Versos a nuestro amigo Celedón, de Vitoria:
A las puertas de una hermosa Virgen Blanca
hemos vuelto, mi querido Celedón,
aquí, a verte, con mucha más alegría,
pues ya viste... ahora ¡somos campeón!
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Como siempre damos gracias, tu acogida
es la muestra de tu grata invitación.
Tu elegancia de aldeano te distingue
y nosotros te rendimos ¡toda nuestra admiración!
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Que una cita de conciertos nos espera;
Chick Corea, De Lucía, en Jazz Vitoria.
Somos fieles a este encuentro, cada año,
pues venimos, no lo olvides, ¡desde Coria!
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Y es momento... pues ya es hora de pensar en San Vicente,
nuestra Cuesta y nuestra "ruta de humedades";
que un buen vino y una tapa se agradece,
visitando, pues también, muchas otras más bondades.
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Y esto es todo, mi estimado Celedón;
que nos vamos, que ya sabes, volveremos;
que un abrazo, y ahí, mi mano, te estrechamos.
¡Te tendremos un recuerdo, de verdad, de corazón!
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(Ángel González "Rusty Andecor")
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Cuando la tradición de nuestra afición festiva, esa que nos lleva a ir a ver al Celedón de Vitoria cada año, para recitarle mis versos de saludo, poco antes de asistir a los conciertos del Jazz Vitoria... cuando esa mañana del viernes 16 de julio yo declamaba mi poema, el que había compuesto para este año... no imaginábamos que íbamos a ser testigos de dos de las jornadas más memorables de nuestras visitas a un evento de la mejor música de jazz, que ya veníamos disfrutando durante los últimos diez años.
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Nuestra primera cita fue esa misma noche, en el Mendizorroza. Entonces pudimos saber que si el trío de Joe Sample, junto a la preciosa voz de Randy Crawford, nos daba una lección de jazz impecable y rítmico, y que completaba la simpática cantante, con un buen repertorio de rhythm and blues, para el que no dejaba atrás temas conocidos como "Everybody´s Talking", el clásico "Me, Myself and I", de Billie Hollyday, o el "Every Day I Have The Blues", con el que cerraría el concierto, no fue menos excitante la actuación del genial Chick Corea. La Freedom Band, integrada por representantes de generaciones muy distintas, interactuaba entre sí, "de tú a tú", regalándonos una fascinante sesión, en la que, quizá, echamos de menos el esperado protagonismo de actuación más exclusiva, por parte de Corea, pues pare
cía conceder más lucimiento a los solos interpretativos de Haynes, Garrett y McBride que a su propio virtuosismo, sobradamente reconocido. Incluso, a veces, sentíamos la impresión de que Chick era el maestro de ceremonias de su propia banda. -
La esperada aparición del legendario Roy Haynes no decepcionó. El superviviente batería de 85 años, al que le avala una trayectoria impresionante, al haber tocado con Armstrong o Parker, entre otros, nos demostraría estar tan en forma que, como se dijo en una reciente crónica de su actuación, "nos llevó a pensar en pactos con el diablo", pues "su batería fue toda una locomotora rítmica, que impulsó al cuarteto con fluidez y maestría". Kenny Garrett, por su parte, nos hipnotizaría con su asombrosa cascada de notas y Christian McBride nos haría quedar con la boca abierta cuando nos interpretó su particular lucimiento en uno de los temas.
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Pero el delirio, en la semana de conciertos, llegaría en el día de la clausura. Sabíamos que no había un menú con una "entrada" y, luego, un "plato fuerte". Se suponía que la expectación de Paco de Lucía ya lo e
ra, pero teníamos un trío absolutamente genial y que aparecería en el escenario poco después de las 9 de la tarde de ese sábado 17 de julio: el Marcus Roberts, "la memoria más viva del jazz", en el que el pianista invidente nos recrearía el milagro de poder escuchar temas que casi todos conocíamos, algunos de Ellington y Charlie Parker, pero con una magistral característica de interpretación, en un formato tan clásico como el del piano, bajo y batería, y en el que Roberts, Guerin y Marsalis, en un equilibrio que, aunque parecía difícil, no dejaría de ser, por otra parte, rigurosamente perfecto. El color del registro melódico-orquestal en una inconfundible clave de jazz clásico nos llegaría a parecer... ¡sencillamente genial! -
Después, llegaría la segunda parte, y el genio de la guitarra flamenca, "el maestro" absoluto y rotundo del mejor flamenco de todos los tiempos, nos hechizaría con una soberbia actuación de su arte y su duende.
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¡Paco de Lucía...! imposible describir su forma de ejecutar la guitarra ni su capacidad para transmitir una pasión que nos contagiaba a todos los que le conte
mplábamos. La perfección de todo su trabajo en los temas que interpretaba, a los que respondíamos aquellos que tuvimos la suerte de verle y oírle, más allá, en muchos de nosotros, de la falta de pasión por la pureza de su flamenco, aclamándole con aplausos y ovaciones, no parecía distraer la concentración en las cuerdas de su guitarra cabalgando arriba y abajo con arpegios absolutamente imposibles de ejecutar. -
Luego, la armónica de Serrano, fue un instrumento que parecía empezar a fusionar el flamenco con el jazz. La explosión se produjo y los elogios y vítores no cesaban. El poema milagroso flamenco-jazz acababa de crearse. Sin embargo, sería más tarde, al final del recital, cuando tras dedicar un elogio a su amigo Marcus Roberts y al saxofonista Sherman Irby, se referiría a ellos, invitando su presencia como a "dos bicharracos". La fusión se había completado. En un bis inolvidable, el regalo de aquel clásico pero renovado "Entre dos aguas", la intervención de Marcus, al piano, y del gigante Sherman al saxo, nos haría estremecer de felicidad, cuando con la intensidad del crescendo -y en el que se alternaría, además del apoyo de la banda de Paco, la improvisación del saxo y la fuerza rítmica del piano de Roberts- terminaba acercando aquel final del recital... a ¡la apoteosis!
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Y esta fue la noche de un sábado que difícilmente podremos olvidar, en una edición 34 de aquel Festival del Jazz de Vitoria, que traspasaría fronteras musicales y que pondría un broche de oro al certamen.
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Ángel González "Rusty Andecor"
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Versos al Celedón, recitados por Ángel González, ante sus amigos del Jazz Vitoria, en la Plaza de la Virgen Blanca, de Vitoria.
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