Cuando fundes una imagen con un sonido
y la combinación funciona
te sientes como un dios
(Lars von Trier, director de cine danés)
Cuando consigues que la escena que dibujas
y la emoción que sientes
sea representada fidedignamente
por la música que escogiste
te sentirás gratificado y feliz,
como si hubieras creado una obra de arte
(Rusty Andecor)
Cuando escribí mi homenaje a la “La música más hermosa del mundo” pensé en hacer un ejercicio, no solo de selección de bandas sonoras, buscando la calidad musical y los autores de reconocido prestigio, sino también como un testimonio a la “poesía hecha música” y a la sensibilidad de los sentimientos y de las emociones que tratan de expresar su mensaje mediante las notas y los acordes de una melodía. Recuerdo que comencé la primera parte de esta colección diciendo: ”La música es un poema sin palabras y sin imágenes, porque ambas están en la ilusión de nuestros corazones”, significando ¡cuánta ilusión y cuánta magia! podemos encontrar en una obra musical, especialmente en aquella banda sonora que estaba adaptada precisamente al mensaje que contenía el argumento de su película.
Decía Rusty Andecor “La música está repleta de lágrimas y de sonrisas, de suspiros y de risas”, haciendo una reflexión de aquella cita de Oscar Wilde que decía “El arte de la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos”. Y como “La música es la voluptuosidad de la imaginación” (Eugène Delecroix), es por lo que siempre quise recrear mis historias, quizá como variantes de ese cuento que siempre bulle en mi mente, ambientada unas veces en la magia de lugares lejanos y fantásticos y otras en la nostalgia y en la ilusión de estampas de colores y de música de ese deslumbrante y cautivador París.
Fue en uno de mis últimos álbumes cuando quise hacer una despedida a ese homenaje de “La música más hermosa del mundo” que había iniciado precisamente 6 años antes. En aquella ocasión deseaba darle un nuevo ingrediente a mi ficción; tal vez… ”Un toque de canela”, porque se dice “La vida puede tener más aroma, más sabor y más color con un pequeño toque de canela día a día”. Además, no quería olvidar que existía una virtud inherente a la bondad del condicionamiento humano, desgraciadamente cada vez más alejada de él y que hace inmensamente feliz nuestro destino: la generosidad.
Y esa era, precisamente, una historia que yo conocí hacía muchos años; la historia de Holly y de Paul, y que yo vi en la maravillosa película Desayuno con diamantes. Y era también una historia de un parecido acontecer la que se reflejaba en los temas de aquel álbum. La sofisticación del personaje Holly del film, al igual que el del cuento musical que yo retrataba en mi disco, se tornaba inocente y frágil, unas veces, e imaginativo y alocado, otras. Porque esa era también la historia de ese personaje que yo creé en uno de mis cuentos: en ocasiones, la cercana y singular Iris o la más lejana y complicada Siri, y en otras, la fascinante princesa, aunque quizá… siempre… un destello, el destello del reflejo de ese espejo, del que “cualquier parecido con un personaje real era pura coincidencia”.
Lo cierto es que también mi personaje iba buscando la eterna felicidad, con la misma expresión angelical de Audrey que, en su búsqueda a veces, se detenía en Tiffany´s, porque “nada malo podía ocurrirle allí”, en ese castillo de ilusiones; como nada malo podía ocurrirle a nuestra excéntrica Siri cuando se dejaba arrastrar por aquella idílica aventura en un fantástico y lejano país, porque siempre existiría la generosidad de ese ser humano, mágico y amigo, que velaría por ella. El encanto, la sutileza y la dulzura de Audrey era… tal vez… el mismo que el de nuestra dama que aquí quedaba pintada a través de este “retrato musical”.
Y aunque al escuchar ese álbum con ayuda de la imaginación y de la sensibilidad, podría descubrirse el alma de cada poema que está dentro de su banda sonora, yo mismo hacía mi propia recreación en el mensaje musical dibujado en cada uno de los temas de este volumen. Porque, para ese emblemático Moon River, de ”Breakfast al Tiffany´s”, que yo utilizaría como obertura de mi relato, recordé aquella frase de Paul en esa película: “Las personas se pertenecen las unas a la otras, porque es la única forma de conseguir la felicidad; no importan donde vayan, ¡siempre acabarás tropezando consigo misma!”. Y es que, finalmente, Holly encuentra al “gato” bajo la intensa lluvia, que para mí, en el contexto de la fantasía de mi relato, era como su suerte, y encuentra también de nuevo a su amigo Paul. Pero lo más importante es que, quizá, ella se ha encontrado a sí misma, como se encontrará “a sí misma” nuestra protagonista Iris, finalmente en este álbum. El abrazo en que se funden esos dos seres perdidos y atormentados en la película, bajo la lluvia torrencial que les empapa, es el mismo abrazo que los personajes de este relato se prodigan bajo esa forma, intangible pero cálida, en la elocuencia de su silencio y de su discreción y bajo esa lluvia generosa que cae del cielo de sus destinos.
Finalmente y hace escasamente un mes, con un nuevo álbum musical y aún más poético, les dije adiós a mis “mis amigos con alma sensible”. Con ese séptimo volumen, toda esa obra íntima y personal, dedicada a los sentimientos del alma y expresada través de los colores y los matices de la música, concluye en un recopilatorio de bandas sonoras en el que, sin darme cuenta, incluía algunos temas que evocaban mis referentes musicales, quizá los que más influyeron en todos aquellos mensajes que quise transmitir y que casi siempre sugerían la fascinación de ese destello subliminal, representativo, unas veces de esa musa recreada en mi fantasía, y otras, de una ilusión que se difuminaba desde algún personaje real conocido o, tal vez, que yo mismo había creído mitificar desde mis sueños.
Por otra parte, siempre me gustó poner una nota significativa, que le diera color a cada álbum y que impregnara con su tono característico la historia que yo solía retratar a través de la selección de temas que para cada uno de ellos decidía escoger. Además, siempre me sedujo teñir cada volumen con una especie de icono musical, para darle ese aroma sugerentemente idílico y sutil: el love theme, que habitualmente protagonizaba esa recopilación.
Y había sido, precisamente, una banda sonora que recreaba la atmósfera de emotividad y nostalgia de una maravillosa historia de amor y amistad, relatada en el magistral film Cinema Paradiso, con la que quise impregnar los inicios musicales en este álbum. Sin embargo, preferí representar ese marco y sus ambiente con una desconocida pero entrañable versión del tema, más cercano a mi gusto por ese nostálgico sonido que interpretaba el acordeón, el de Emilio Bertrand, y que en este toque tan parisino parecía recordarnos los temas de Charada o de París, Je t´aime, pero sin dejar de evocar ese tema de amor, tan eternamente maravilloso como la película a la que pertenecía.
Lo cierto es que no solo había elegido ese icono de la cinematografía mundial porque -como relato conmovedor de una desilusión amorosa- fuera también una reflexión sobre la fiel amistad, el amor inconcluso, los sueños, la perseverancia y la fuerza de voluntad, sino porque el mensaje del tema de amor de Cinema Paradiso establecía una relación igualmente enternecedora, con los mismos esquemas que yo describía en el relato de este álbum y en el de los anteriores.
Porque si Cinema Paradiso es un idilio entre el protagonista de la película y el Cine, el tema de amor que se puede entrever en este volumen es un romance entre el alma ensoñadora y apasionada del pretendido anónimo protagonista y su imaginación romántica, y el carácter de su personaje es una constante búsqueda de la identidad del Totó del film. Y, al igual que en la película, el tema de este último álbum es un canto idílico al paso del tiempo y a los recuerdos. Además, y teniendo en cuenta que -para mí- “la vida es una película llena de sueños”, Cinema Paradiso era la mejor representación que yo había encontrado para sugerir toda la sinfonía de sueños que había pretendido dibujar musicalmente en este álbum y en toda la obra de mi colección.
Pero, como en todos los volúmenes de la colección, mi intención era dejar a la imaginación y a la sensibilidad de mis amigos el mensaje, no de cada tema extraído de la banda sonora a la que pertenecía, sino del poema musical que conformaba la descripción en flash-bak de los momentos más sublimes de amistad, de pasión y de desilusión, y del conjunto de la selección del álbum, además de la pintura con que había querido impregnarlo
“Cuando la locura del desencanto
enajena mis sentidos y envilece el frenesí
no hay consuelo que modere la pasión;
solo templa el abrazo de mis sueños,
la caricia de la música
y el color de su guión”
(Ángel González)
"Oigo la música de mis sentimientos;
son las notas de mi turbación;
es la ansiedad de mis latidos
que se debaten en mi universo.
y que perturban mi razón.
Siento el impulso de mi desahogo,
quiero inundarme con tu canción;
noto un desvarío en mi mente
y no encuentro más consuelo
que esa música… de mi ilusión”
(Rusty Andecor)
Y para terminar, quería deciros, que como antes os dije: “la vida es una película llena de sueños”. Y precisamente, como en la película con la que impregné de mi “cursi y empalagoso perfume” ese último álbum que os describía, recordad, como les decía a mis amigos a los que les dedicaba mi álbum, que si conseguís ese romance entre el alma ensoñadora y apasionada, que cada uno tenéis, con la imaginación romántica que, tal vez, se halle escondida en vosotros ¡mis amigos con alma sensible!... tened la seguridad de que seréis felices escuchando “La música más hermosa del mundo”
Ángel González "Rusty Andecor"
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