Si pudiera matar el silencio del tiempo… lo haría con la indiferencia del olvido
hacia esos aromas del viento que lo envuelve
y a los matices de un desgaste inmerecido
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Si pudiera matar la arrogancia del tiempo…
me mostraría indiferente a su pasado,
a esos colores que impregnaron mi añoranza
y los perfumes de recuerdos sonrojados
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Si pudiera matar la oscuridad del tiempo…
lo cegaría con la luz de mi ilusión,
con el mensaje azul de mis pinturas
hasta desvanecer su confabulación.
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Pero no puedo mantenerme en el desprecio
a la impiedad de su fatal y gris destino,
ni en mi desdén a ese tiempo inalterable.
Como en mi cuento, solo soy… su Campesino.
Hace pocos días, mientras me inspiraba y escribía al universo de mis musas, tuve ocasión de reflexionar sobre ese aspecto implacable del paso del tiempo, de su inalterabilidad y de su insólita perfección para que nunca se detenga a causa de una descomposición, como la que sufren los relojes que lo marcan.
En una de esas cartas, que escribí para ese universo, como en aquellas que solía dirigir a mis “amigos con alma sensible”, plasmé una vez más mi sentir y mi estado de ánimo ante la llegada de un nuevo acontecimiento, de esos que te reserva la vida inexorablemente. Y dije en mi carta:
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Hada de porcelana y relojes de bolsillo, de la colección
de miniaturas y relojes de Ángel González |
“En estos últimos meses, los que se aproximaron al fin de mi vida de trabajo y los que iniciaron mi extraña y solitaria etapa, empecé a entender qué es lo que ha significado el paso del tiempo, y comprendí su silencio, pues el tiempo no tiene música cuando transcurre, ni siquiera da las horas, como los relojes de péndulo o los de las torres de las iglesias. Y comprendí su arrogancia, pues el tiempo no es humilde ni deja de ser engreído cuando vence a tus años, antes bien, se envanece porque te anuncia que él ha vencido y que tú debes someterte a organizar tu saldo temporal, el que la naturaleza puede darte para el resto de tu vida. Y comprendí que el tiempo es oscuro, porque no hay brillo ni destello en su esperanza, no lleva los colores de la inmensidad del espacio, ni siquiera el negro estrellado de la noche, y en su oscuridad no hay matices de ilusión para ver clarearse el destino. Y me di cuenta, finalmente, que no se puede alterar, ni la consecuencia de los momentos vividos, ni el que pueda reservarte el destino, ni siquiera el instante fugaz que percibimos, porque no puedes manejar el acontecimiento ni detener las manillas del reloj invisible que marca ese tiempo. Por eso pensé que lo mejor era... ser indiferente al tiempo y a su maquinaria inalterable para marcar los años, sobre todo a esos años que aún quedan por vivir. Y por eso pensé que nada mejor que refugiarme en mi papel de espectador, envuelto de esperanza y de ilusión -con un nombre que di en honor a mi cuento, el de Campesino- para disfrutar de los instantes felices que ese tiempo, aún así, puede regalarte, y para hacer frente a los deslices que puede enviarte ese cómplice del tiempo que es el destino”.
Y por eso pensé en aquella cita de Woody Allen, que dice “Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida”; o en aquella de Horacio: “Imagina que cada día es el último que brilla para ti, y aceptarás agradecido el día que no esperabas vivir ya”. Y por eso pensé en las virtudes del presente, recordando ese proverbio árabe que dice: “Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo”.
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Cartel comercial de "Atrapado en el tiempo" |
En ese maravillo universo de sueños del cine, hay una comedia que me encanta. Se trata de “Atrapado en el tiempo”; una película tan impecablemente realizada por el maestro Harold Ramis, a mi parecer todo un clásico de su género, que decidí incorporarla a mi trilogía de películas favoritas. Y la cuestión, y por lo que hago su referencia, es que, tal vez, encontré en ella un mensaje por el que descubrí la clave del "remedio imposible" para alterar esos acontecimientos que quieres evitar o para conseguir los que deseas que se produzcan. Pero es ese otro impresionante mensaje que aparece, tras la repetición de las escenas de ese mismo día, por un capricho o avería de la maquinaria del tiempo, al encontrar la ocasión de ver con claridad nuestros errores y abusos, nuestras fechorías e indecencias, o la de mostrar esa limitada personalidad nuestra, menos atractiva, la que menos nos favorece, o incluso de vernos con tan poca carencia de recursos, tan necesarios para fascinar... es ese el mensaje, como digo, el que me hace reflexionar sobre la posibilidad de burlar el tiempo, “rebobinando” las escenas más indeseables de nuestra vida cercana, para después mejorarlas y darles, si no el aliño de perfección, sí al menos el grado de ver la satisfacción de conseguir lo que la torpeza de nuestra precipitada condición humana no pudo lograr.
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Quizá hay un "buen destino" que mueve las manillas de
nuestro reloj del tiempo. Y debemos vigilar el "mal destino"
que puede manipular esas manillas en contra de nosotros |
William Shakespeare decía: “Tan a destiempo llega el que va demasiado deprisa como el que se retrasa demasiado”. Por eso, ya que el tiempo no se para, con el fin de que podamos analizar y valorar todo lo que hacemos o dejamos de hacer, es por lo que deberíamos detener nuestro apresurada carrera de compromisos y ocupaciones para enriquecer la pobreza de nuestra actividad y de nuestra estimación personal. Ese instante que le robamos al tiempo, y que desde luego no se va a detener, nos dará holgura en el día que ha de venir y nos gratificará el momento en que buscamos ser mejores; porque, decía Plutarco, “Tener tiempo es la posesión del bien más preciado por quien aspira a grandes cosas”. Y observemos lo que dijo Goethe: “Aprovechad el tiempo que vuela tan aprisa; el orden os enseñará a ganar tiempo”.
Así que, es mi reflexión, "pensemos en el tiempo, pero para complacernos en el presente y no para que, impasibles y pacientes, dejemos que pase para esperar el mañana, en su futuro incierto". Sin olvidar tampoco, y así pienso yo: "Seamos indiferentes a la crueldad de la rapidez en que se mueve el tiempo y no dejemos de poner nuestra parte de ilusión en ese mañana; pero ¡vivamos y disfrutemos el presente que nos depara el hoy! Porque, decía Ralph W. Emerson: “Graba esto en vuestros corazones: cada día es el mejor del año”. Pero ¡ojo! No perdamos tampoco el tiempo, ni en la vulgaridad de lo inútil, ni en la futilidad del ocio que menos nos reconforte, porque, decía Benjamín Franklin: “si el tiempo es lo más caro, la pérdida del tiempo es el mayor de los derroches”.
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El tiempo solo se detiene si su reloj deja de funcionar |
Te llamo a ti: tiempo, que haces pasar los años,
que nos manejas con cruel desconsideración
y nos perturbas en un sinvivir de desengaños,
sin que podamos hacer nada por evitarlo;
porque cuentas con tu aliado amigo: el destino.
Procuraré olvidarme de tu silencio,
trataré de vencer tu arrogante clase
ante mi simple y humilde posición
e intentaré buscar un brillo y una esperanza
en la sonrisa de mis seres queridos
y en la de mis conocidos y amigos,
y trataré de recuperar un destello,
desde ese lejano y azul universo de mis sueños.
(Ángel González "Rusty Andecor")
Por cierto, no olvidemos que la esperanza de hacer realidad los sueños está siempre ligada al futuro, que es una dimensión que pertenece al tiempo. Víctor Hugo dijo: "El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad". Por su parte y ensalzando aún más la ilusión que se pone en el futuro, Eleanor Roosevelt dijo: "El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños". A lo que Andecor, enalteciendo todavía más la fe en los sueños, replicó: "El futuro representa la apología del iluso, aunque, tal vez, la consecuencia de un ideal por el que se empeñan los que, con la enseña y estandarte de sus ilusiones, ponen rumbo a la isla de sus sueños".
Y para terminar, no me resisto a dejar aquí la belleza de esos versos de Pablo Neruda, con los que comienza y acaba su Oda al tiempo:
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"El tiempo es decidido, no suena su campana..."
pero el buen destino lo ve pasar y si ese destino
está con nosotros lo pone a nuestro lado,
para protegernos y cuidar de nuestros sueños. |
Dentro de ti tu edad
creciendo,
dentro de mí mi edad
andando.
El tiempo es decidido,
no suena su campana,
se acrecienta, camina,
por dentro de nosotros,
aparece
como un agua profunda
en la mirada
y junto a las castañas
quemadas de tus ojos
una brizna, la huella
de un minúsculo rio,
una estrellita seca
ascendiendo a tu boca.
...
Amor, qué importa
que el tiempo,
el mismo que elevó como dos llamas
o espigas paralelas
mi cuerpo y tu dulzura,
mañana los mantenga
o los desgrane
y con sus mismos dedos invisibles
borre la identidad que nos separa
dándonos la victoria
de un solo ser final bajo la tierra.
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