El Café de París, para los “corazones ensoñadores”, como muchos de nosotros, es la caja de música en la que se guardan nuestros más hermosos sueños. A veces, es necesario destaparla y abrirla, para escuchar la armonía deliciosa de sus melodías, los acordes de un nostálgico acordeón, la dulzura de un violín o un cello, la intensidad de las notas de un piano, o aquel mágico carillón que hacía sonar la musiquilla de la vieja “caja de música”.
El Café de París es… además, un homenaje a aquella “música más hermosa del mundo” que un día comencé a escribir y a envolver con la música más maravillosa del universo.
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Quizá, veamos esa imagen de espaldas |
El Café de París es, también, el lugar en donde se guardan los aromas de las sonrisas y los instantes de los recuerdos que jamás olvidaremos. Por eso, no deberíamos de resistirnos a entrar en él, pero a través de la puerta de los sueños, para encontrarnos con esa imagen, aunque la veamos de espaldas, porque… su magia nos convertirá en testigos de aquella escena tan maravillosa que ocurrió en nuestro Café de ilusiones.
El Café de París es… ¡cómo no!... un espacio empapado de magia, lleno de esos personajes tan entrañables que son “mis amigos con alma sensible”, aquellos que aún conservo y que me regalaron su compañía y su afecto durante ¡tantos años! Es un lugar lleno de sugerencias, que solo conocen, quizá, muy pocos de esos amigos míos. Y es también un escenario fantástico en el que conseguí una actuación única y exclusiva, para celebrar el acontecimiento del milagro de cuanto ofrecía ese Café, con la intervención de 3 grandes “damas de la Chanson” que yo he adorado siempre: Francoise Hardy (*), Sylvie Vartan (*) y Jane Birkin (*); y en la que tampoco podía faltar la sugestiva interpretación de Stephanie Valentin (*), envuelta en luces de rojo pasión, ni la apasionada e intensa Patricia Kaas (*). Ellas cantaron en un concierto memorable e inolvidable, y sus asistentes jamás podremos olvidarlo. Aquel “Café de París”, tan deliciosamente pequeño e íntimo, esa noche se hizo tan grande que pudo cobijar todos los sueños de quienes asistimos a un espectáculo increíble y hermoso. Yo tuve la suerte de grabar ese recital desde un lugar privilegiado del Café y todos los temas de aquella velada están a disposición de los amigos que me lo pidan; yo se los regalaré, con todo el cariño.
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Stephanie, envuelta en color rojo, cantando en el Café de París |
Pero volviendo a los orígenes de la razón de mi homenaje a “la música más hermosa del mundo”, recuerdo que cuando decidí hacer la selección y el montaje de este álbum que titulé “Café de París”, pudiendo hacer así un homenaje de recuerdos a un rincón virtual exclusivamente de solo esos mágicos asistentes imaginarios, quise gratificar a quienes, entre mis amigos, más calaron la sensibilidad del mensaje musical de mi álbum, no solo con ese aroma de la ilusión de su exquisito café, sino con el carácter refrescante y nostálgico de una colección de temas empapados de la brisa de la música de París, pero también con todo un derroche de guiños simbólicos y de sugerencias.
Con el mensaje de poesía y música de mi Café de París, quise evocar el aire y el ambiente de un París con sabor a acordeón y a recuerdos de un Sena (*) que, a veces, suele aparecer en el cuento de mis sueños. Por ello, se me ocurrió extraer de mi colección algunos de sus fragmentos más significativos, quizá aquellos, que durante los siete años que tardé en escribir y en seleccionar mi modesta obra, con el particular mensaje de su sonido, me dieron más satisfacción y recrearon en mí esa dosis de fantasía y de ilusión, que necesito ahora para seguir buscando más de esa poesía que contiene ese océano musical tan maravilloso, como es el de las nuevas “bandas sonoras”, que sirven de fondo y argumento para comunicarnos con ese fantástico mundo de los sueños que aparece en el cine.
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El bello París, la ciudad del amor |
Además, introduje en ese álbum musical algunos temas que son piezas simbólicas de esa leyenda que nos recuerda el bello París (*), la ciudad del amor, y que nos devuelve el mensaje de otras épocas, pero interpretadas por una de las orquestas más representativas y de mi gusto: la Orquesta Montavani (*). También añadí alguna de las reliquias, si no las que mejor representan ese popular estilo “musette”, sí las que evocan ese singular peregrinaje parisino “con olor a calle estrecha, absenta, simbolismo y bohemia, en donde a menudo asoma la desesperanza y el desamor”, como aquella vieja melodía que interpreta el “accordion” de Tony Murena (*) y el de Louis Peguri (*), extraído de una recopilación grabada en los años 40, que precisamente se titulaba “Café de París”; o la frescura de esos valses de Jean Corti (*), recogidos, sin dejar atrás ni ese Romance de barrio, de Emilio Bertrand, ni la aparición del mismo Jan Holland (*), intérprete de esa "música más hermosa del mundo" (*) que ya conocen mis amigos como "Encuentro en París" (*) ni el simpático vals “La Victorine”, al que yo he renombrado como “Café de París”, y con las que, entre todas, nos traen el sentimiento de la estampa empapada de un París ensoñador y bellísimo.
Tampoco podía faltar en los volúmenes del álbum, la introducción y colofón con esos temas magistrales de algunos de los grandes compositores que suelo elegir, extrayéndolos de parte de esas exquisitas bandas sonoras del cine. Con ellas, marcadas en el primer caso, con el sello de una breve obertura, no dejo de ocultar el comienzo de un relato de sentimientos y emociones, ni la sugerencia de esas necesarias notas de esperanza que jamás dejaremos de buscar, y que siempre quedo reflejadas en la conclusión, Así, y en ambos casos, dejo entrever la fascinación del diálogo instrumental y la descripción emotiva que expresa la intensidad de la cuerda, el viento y la percusión en todas esas composiciones.
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Dos artistas tocando "Encuentro en París" |
En la descripción musical del álbum he querido evocar, a los que nos dejamos llevar por la ilusión de nuestros sueños, toda una galería de imágenes emotivas, envuelta de ilusión, en el recorrido por la magia de un París eterno y romántico, y un paseo por los sentimientos que, de una forma u otra, expresan nuestros corazones y sugieren a veces nuestros ocultos deseos; y ello, mediante la sugestiva representación de significados visuales que aparecen al final de este espacio en las imágenes enmarcadas con sabor a brisa de la música de París, como también a través de la celebración del sonido de un acordeón, de los violines y el cello o de la fiel compañía de un piano, y siempre, dentro de esa dimensión impresionante, que es la música.
Y es que, buscando reconciliar un epílogo más emotivo y descriptivamente ensoñador, se me ocurrió ensalzar más aún toda la amalgama de sabores musicales de ”accordion parisien” (*) y mezclarlos, mediante esa anarquía que me caracteriza, quizá, con la pomposidad y grandilocuencia de esos poemas sinfónicos que ilustran algunas hermosas bandas sonoras y que me han servido en mi obra, como obertura o preludio, y también como conclusión o epílogo, con toda la elocuencia que he reproducido a través de mi fantasía de relatos.
He querido, también, quedar aquí una muestra de algunos de mis versos, dedicados a parte de los temas musicales de mi álbum, dibujados en forma de cuento, y que aparecen en su libreto:
Poema que ilustra un tema (*) en que describe la "estampa del Sena, ambientado con el color mágico y nocturno del acordeón", y que representa el más deseado de los sueños de... la dama del Sena: aquel nostálgico paseo a través de un crucero nocturno. La pintura musical nos hace, en este tema, la frescura de una noche romántica y... la sonrisa de esa "dama del Sena".
“Me gustan los recuerdos de una noche sobre el Sena,
y en aquel puente, escuchando el acordeón.
Me gusta soñar con los besos mojados de la brisa,
con la emoción de aquel abrazo, y tus suspiros… de pasión”
Y éste, es un poema que ilustra, también, ese tema que yo renombré como "Café de París", describiendo cómo un ilusionado amigo consigue volver a ver a su dama, aquella que lo había olvidado, y le pide bailar en el Café de sus sueños ese vals, sucediendo que, en realidad, no era su dama la que bailaba con él, sino sus sueños; porque... lo cierto es que él nunca sabría que solo bailaba con su propia ilusión. Le quedaba el recuerdo de su sonrisa y el de sus ojos, pero su fragancia era tan fuerte que el destello quedó aún en sus brazos mientras le parecía que bailaba el vals en aquel Café de París.
La buscaba en el olvido, de quimeras e ilusiones
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El artista escondió ese destello bajo el retrato de un desconocido;
pero yo conservo su imagen en la foto original |
entre mis sueños perdidos y en mis cuentos y ficcionesy no había duda, porque junto a mi musa, estaba ella
en aquel retrato de aquel bohemio pintor
Era el destello de un rostro,
un reflejo entre las flores.
Sé que ahora la imagen se ha ido,
quizá se fue tras su destino.
Solo quedan los retratos de mi musa y sus amigos
Quizá, aquella noche, la encontré;
que perdido en oscuros bulevares,
su fragancia me llevó a aquel Café.
Quizá, cuando entré en sus lugares
y creyendo que con ella yo bailé
solo fue con un hada de mis mares
Quizá, el duende de la noche se la llevó con sus amores
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No supe que solo abrazaba mi reflejo de ilusiones,
y que bailaba aquel vals con un mis sueños de colores |
y no supe que abrazando a su imagen, en mi danzasolo tuve su reflejo, en mis sueños de colores.
Y aquel destello que fuera el reflejo más luminoso del espejo del universo de mis sueños...
Perdió aquella sonrisa clara y hermosa,
la de un color transparente,
la de una estampa de otoño,
la que lucía entre cellos,
la que se mojó de sus labios
su eterno ramo de rosas.
La que ofreció un corazón generoso,
la que pintó en Barcelona un artista
y que brilló en una tarde lluviosa.
La que soñó ese poeta gozoso
por dibujar el Café de París
y aquel encuentro en el Sena.
La que acabó en una historia amorosa
y salpicó a un desencanto su pena.
Patricia Kaas (*), estrella de la chanson del Grand Cabaret, en un alarde interpretativo, apasionado y emotivo, también; iluminada también de rojo en su rostro, nos declama estos versos:
"Con el tiempo, todo se va; el amor que adoramos,
que vemos en una mirada,
o en aquellas palabras bellas
o en tus juramentos...
bajo las estrellas"
Aunque aquel ilusionado amigo, embelesado mientras escuchaba a la chanteur, pensaba así:
“Con el tiempo, todo se va
y desfallece;
hasta los amigos y aquel sueño azul
se desvanecen.
Se olvidan las voces
se van las sonrisas,
se aleja el calor
de aquellas pasiones.
Con el tiempo, nuestras ilusiones
se ven al revés y aquel que fue “nuestro mundo”, gozoso y feliz,
ahora, helado y vacío,
es... solo un Cabaré” (Poema de Rusty Andecor)
También... y aprovechando un tema musical de los incluidos en el álbum, destacar mi perspectiva de la ilusión, como puerta de entrada a ese Café de París, que es también nuestro "Circo de la vida":
Por eso, con el mismo color y sabor romántico que describe un tema (*) de Newton Howard, titulado Circus Fantasy y extraído de la BSO de Agua para elefantes, la fantasía de una escena de circo de la película, se ha querido dibujar, también aquí, la virtualidad de ese universo de ilusiones, que está presente siempre en nosotros, a pesar de nuestra distracción y de nuestro empeño de su rechazo. Porque la ilusión, que es la sonrisa de la esperanza, es la puerta que “más a mano” tenemos para entrar en ese Café de París, que es el “café de la felicidad”. Dijo una vez “mi personaje Rusty”: “la felicidad es la caricia gozosa que produce el aroma de una sonrisa cuando penetra e inunda la caja mágica de música que hay dentro de nuestro corazón”; sin olvidar que esa sonrisa debe ser siempre “el número estrella” en la representación de nuestro “circo de la vida”, porque “la vida no es solo parabienes y alegrías, sino también dificultades e infortunios, y hay que saber encontrar una sonrisa en la paciencia, en la resignación y en la esperanza”. Además, el Café de París, no es el Café-Théâtre representativo de “la magnificencia del lujo y de los placeres frívolos y mundanos”, porque, como también dije… “es lo cotidiano y lo insignificante, lo que se acerca más al corazón”. Y añadí entonces… “los placeres terrenales y del sentido nos aturden, nuestros deseos y sueños disparatados nos abruman y nos confunden; porque resulta, finalmente, que la felicidad es algo más cercano y sencillo que la ambición de nuestra condición humana”.
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Cuando necesitemos soñar... siempre nos quedará
un Café de París en algún rincón del universo |
Bueno... yo quería deciros, amigos míos, que en ese Café de París, que cada uno de nosotros conoce y sabe que está en alguna parte de su maravilloso universo, están... allí guardadas... todas esas sonrisas felices que celebramos… aquellos días. Y en ese fantástico Café, también están los colores y aromas de los instantes que más nos gratificaron y el sabor del café que los acompañó. Solo hay que entrar en él, como ya os dije, a través de la magia de esa puerta de nuestros sueños.
Para los que lleguen a leer mi “fantasía literaria”, esa que escribí en mi libro El Café de París, con la recopilación de la música de su álbum, sabrán que esa obra estará dedicada a ellos, o al menos a quienes gustan de “colarse” en el café de su ilusión, a través de esa “puerta de los sueños” que le lleva a escuchar aquella melodía que guarda en su recuerdo y que puede imaginar en “su vieja caja de música” o en este Café de París.
Pero sobre todo, su música, también está dedicada, simbólicamente, a mi amiga Audrey, que por eso está aquí, sonriendo, y a un destello que solía brillar en el reflejo de mi espejo, pero que se apagó en silencio y de improviso, y jamás supe ya de él.
Y finalmente, también esa música, está especialmente dedicada a aquellos de “mis amigos” que supieron entender “la música más hermosa del mundo” que yo les ofrecí. Pero, sobre todo, a los que, como en aquella otra dedicatoria que ya les hice una vez, pudieron escaparse a ese universo maravilloso de sus sueños y pusieron su propia letra y relato a algunos de los poemas musicales que contiene este álbum titulado El Café de París.
Ángel González "Rusty Andecor"
Quiero aclarar a mis amigos visitantes que los textos subrayados con un asterisco (*) al margen, al igual que el título de este artículo, contienen hipervínculo de enlace con vídeos musicales, si se activan con un clic sobre dicho texto.
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Dos enamorados bajo el cielo lluvioso de París |
Y algo más... Mientras regreso, después de una pausa por vacaciones, para prepararos un enlace con un nuevo blog que he titulado "Café de París" y en el que publicaré toda una galería de imágenes sugerentes de "La belle París", de La Seine y de ese mágico Café de París, os quedo aquí esos versos que escribí para jugar con la canción "Sous le ciel de París" que canta Eva López, mediante el enlace de la canción de la semana:
Bajo el cielo de París cantan dos enamorados,
su alegría, sus rubores,
sus secretos más callados,
su esperanza, sus amores,
mientras llueve "dans les rues et sur la Seine",
y se abrazan y se besan, empapados
Otros enlaces (haciendo clic) que reproducen tres actuaciones de Eva López, la artista invitada esta semana para "La canción de la semana": La vie en rose, Parlez-moi d´amour y L´accordéoniste.
Stephanie Valentin, con su violín, improvisa una actuación callejera en una calle junto al Sena, acompañando, entre otros y ¡nada menos! que al acordeonista Jo Labita, en el grupo Jazzimuts. El tema es Viaggio.
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