y he soñado con mi noche mágica.
Si él deseara tener mi amor,
en su corazón,
y obtener la primavera de mi vida
y encontrar su felicidad…
desde el primer beso...
encontraría el umbral del amor eterno
y pensaría que soy...
(De la canción "La plus belle pour aller danser")
Cuando aquella elegante y digna dama de la Chanson apareció en el escenario del Olympia de París, en uno de sus más recientes conciertos, después de que oyéramos una emocionada obertura para Cello, con la que nos recordaría el inolvidable “La Maritza”, fue entonces cuando nos dimos cuenta que seguíamos teniendo allí delante a “la más bella del baile”, como así la llamara Charles Aznavour en aquella canción escrita y dedicada para ella hacía 47 años. Pronto pudimos verla más de cerca y descubrir que la fascinación de su personalidad deslumbraría el escenario. Y todo un público que la esperábamos, entusiasmado y eufórico, nos levantamos para aplaudirla. Era Sylvie Vartan; bellísima e intemporal, orgullosa de seguir siendo “la reina de París” y un símbolo nacional. Después, respondería con su delicioso “mercy” a los aplausos que la recibían y su rostro se llenaría de orgullo cuando empezaron a sonar los primeros compases de “La vie d´artiste”. Pero entonces observamos que también nos mostraría su calor, su ternura y su cariño hacia nosotros. Luego iría desgranando todas y cada una de las 25 maravillosas canciones de su repertorio, mientras todos nosotros contemplábamos como se movía elegantemente, al suave ritmo de un baile clásico, dulce y refinado. Y fue... cómo nos dimos cuenta que el público… ¡su público! le mostraría adoración. Finalmente, no pudimos evitar la emoción cuando llegó su última canción de programa, su “Non, je ne suis plus la meme” (no, ya no soy la misma), cuando vimos cómo nos transmitía su cariño en un intento de inundarnos con su sentimiento hecho música y poesía y de hacernos entender su deseo de que no la olvidáramos. Luego, una vez terminado el concierto, todo aquel público que la habíamos disfrutado, enfervorizados mientras la ovacionábamos y jaleábamos, quedaríamos aún más seducidos, cuando, respondiéndonos una y otra vez con su “mercy”, nos enviaba un último beso.
Acabábamos de presenciar el milagro de poder volver a ver aquella Sylvie Vartan, “reina del pop” de los años 60, casi 50 años después. Y acabábamos de presenciar que aquella belleza de "la más bella del baile" era ahora más serena, digna y envidiable que en la que aparecía en ese video-clip que se abre pulsando el título de este espacio conmemorativo, allá en su década de los 60, cuando cantaba:
-
Ya no puedo decir que te amo, no se puede cambiar,
me olvidé de las lágrimas, me hice mayor
En mi corazón siempre hubo una canción de amor verdadero.
Pero hoy ya no soy la misma y no puedo cambiar"
Francoise Hardy, indudablemente fue mi otra musa de la canción, en los 60. Aquella joven, esbelta y bellísima modelo de Dior, precursora del look cabellera larga y con flequillo, musa del prestigiosos diseñador de su época Paco Rabanne, nos impactó con su típica imagen, enarbolando su guitarra acústica y cantando su canción estandarte “Tous les Garcons et les filles", que grabada en 1962 marcaría aquella década para hacernos recordar nuestra inequívoca identidad de iniciadores del pop, mientras a lo largo de aquellos 60 nos deleitaría con su “Mon amie la rose”, “L´Amitié”, "L´anamour" o su ”Comment te dire adieu”. Canciones melancólicas algunas, que también incluyo en mi disco "Homenaje a mis tres damas", llenas de poesía, tales como "La mer, les étoiles et le vent", "Il n´y a pas d´amour heurex" o "Autumn Rendez-Vous"; canciones que, como ninguna de ellas, sirvieron para acompañarnos en nuestros felices momentos amorosos de entonces. Luego en los setenta vimos su intento de cambiar de estilo. Sus apariciones a partir de entonces y hasta los 90 se hacen raras y contadas, tal vez por su mayor dedicación al cine y a la producción; y es a partir del 2006 cuando resurge su clásico registro de voz y estilo en varios álbumes, entre los que destaca su soberbio "La pluie sans parapluie", grabado en el actual 2010.
en sus corazones está grabada una infinita ternura,
pero a veces, en sus ojos se refleja la tristeza
y el desencanto… y el desamor
(Es parte de la poesía que contiene la letra
de la canción “L´amitié” y que en mi blog dediqué
a aquellos mis amigos que volvieron… a sus nubes)
Una voz tan frágil como su cuerpo menudo, tenue y siempre a punto de romperse, que ha permanecido con su marca distintiva hasta esas últimas canciones, tal vez más solemnes, complejas y sutiles, algunas con tintes claramente orientales. Por eso y para contrastar con las canciones más recordadas de la época floreciente de Francoise, he querido incluir en mi homenaje una versión acústica de "L´anamour", que interpretaría en un reciente concierto en el Olympia, además del conmovedor "Je suis venu te dire que je men vais" o su propio homenaje a los 60 y que hace en su canción "Ex-fan des sixties", ambas también acústicas; para terminar con la legendaria "Ballade Johnny Jane", que interpretaría a duo con la deliciosa y sugerente Vanessa Paradis.
Y este es mi homenaje a tres auténticas damas de la canción francesa, que marcaron una dorada época para nuestra generación en los 60. Fueron tres damas de voces netamente sugerentes y sensuales, de música melancólica, unas veces, y desenfada, otras. Tres damas de la Chanson que nos fascinaron durante casi dos décadas, y hoy, después de más de 40 años, nos vuelven a sorprender y nos siguen cautivando; y a mi, me siguen haciendo soñar con ese París de mi cuento, y con el que tanto envuelvo -con su mágico acordeón- mi "música más hermosa del mundo". Algunos de "mis amigos con alma sensible" lo saben muy bien.
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