Me llamó la atención la precisión de las formas y detalles de los modelos, la exactitud de sus piezas y fidelidad de sus montajes, el ajuste de sus sencillos mecanismos y la autenticidad de alguno de sus funcionamientos. Me sorprendió, aún más, que mi amigo había cuidado hasta los pormenores de alguno de esos mecanismos, como el del giro de las ruedas transmitido desde el mismo volante, o el movimiento de los limpiaparabrisas, el de las puertas o de cualquier otra pieza e, incluso, el de las ballestas dispuestas para su función mecánica en cada uno de los coches.
Pero había algo más; y es que la mayor parte de las piezas que constituían los modelos estaban hechas de material reciclado. Desde las gomas de los tubos de bombonas de butano que utilizaba para construir los neumáticos, o el despiece de los palés de los ladrillos o de las cajas de frutas, hasta los tapones de los tubos de silicona o de los más diversos frascos, botellas y otros utensilios que conseguía en los desechos de los contenedores de las obras de las calles. Me hablaba con pasión y con entusiasmo cuando me explicaba las dificultades que tuvo para conseguir el realismo de sus más mínimos detalles y del ajuste y movimiento de algunas de sus rotaciones, como el de una minuciosa maqueta de almazara, de increíble realismo, que acompañaba al resto de la colección.
Y de pronto me di cuenta que había una rima ajustada entre todas las maquetas y una especie de métrica en el conjunto de su formación. La variedad de las formas y de los colores en los distintos modelos marcaban una delicada armonía. La uniformidad con que José "tres en uno" había mimado la creación de sus automóviles de casi medio metro de "eslora" conjugaba con la anarquía de sus estilos y épocas. En definitiva, observé que había una sintonía entre toda su formación y, sobre todo una irresistible atracción como si de una composición poética se tratara.
Entonces comprendí que cada modelo era como una estrofa formada por los versos de las piezas que la componían, y todo el conjunto de aquella extraña pero hermosa colección era como un poema, como una sinfonía de mensajes de lirismo y de imaginación.
Recuerdo también una reivindicación muy loable y digna por su parte, cuando me comentaba la ilusión de su colección, que, además, él la elaboró durante el tiempo en que sufrió una enfermedad. Me decía “yo no quiero méritos ni que me paguen por el trabajo que he hecho, Ángel; lo único que me gustaría es dar a conocer la colección a través de la televisión, solo para que la gente conozca un poco más nuestro pueblo, que es nuestra querida Ciudad de Coria”, y añadía: “Mira ver, Ángel, a ver si conseguimos que la vengan a ver de España Directo”. Yo le respondí: “No te preocupes, José, lo intentaremos; es difícil, pero lo intentaremos”.
Felicidades, José Dominguez Azabal, por haber creado poesía en tu colección de automóviles, en tus modelos de época, y gracias por habernos deleitado con ella. Puedes estar seguro que haremos llegar a la televisión, a ese popular espacio de “España Directo”, tu meritoria y original obra; o, por lo menos, lo intentaremos. Un abrazo para ti y para Petri, que cuida con mimo y entusiasmada tus encantadores cochecitos.
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