Creo que hay un momento preciso en la
vida en que las cosas cambian, pero nadie sabe identificarlo con exactitud.
Primero, la juventud te abandona, te conviertes en adulto; luego, cuando ya
estás diplomado como una persona madura, te gradúas y obtienes el título
superior, el de la veteranía. Tu experiencia de la vida, tu mundología, tus
patinazos y desengaños, te hacen sabio, más prudente y juicioso, más hábil,
incluso más ingenioso.
Es entonces, en ese punto, cuando comenzamos a pensar en "el paso del
tiempo"; cuando desaparecen una serie de complejos que podríamos mantener
y nos encontramos con otros, tal vez más metafísicos, más cercanos a una nueva
crisis de identidad, pero sobre todo a una preocupación temporal.
Y aunque alguna vez dije: “Seamos indiferentes a la crueldad de la rapidez
en que se mueve el tiempo, vivamos y disfrutemos el presente que nos depara el
hoy, sin que dejemos de poner nuestra parte de ilusión en el mañana”, aún así, nunca
deberíamos olvidar que "el tiempo es como un mago, que saca de su chistera “el
conejo de la suerte” que nos conduce al buen destino, o “el pájaro de mal
agüero” que nos precipita al mal destino".
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Es mi reloj de bolsillo. Un "Minister" con tapa y contratapa de plata. No dejo que se pare nunca y lo guardo muy cerca de mi "chistera" para que maneje "el paso del tiempo" con sus manillas y me conduzca hacia el buen destino. |
Y de nada vale coquetear con nuestra presunción, la equivocada convicción
de que somos o tenemos lo mejor, de que estamos arriba porque conseguimos ganar
lo que perseguíamos. De nada vale creernos lo que vemos de nosotros en nuestro
espejo. La cuestión es que "hay un “buen destino” que mueve las manillas de
nuestro reloj del tiempo. Y lo que tenemos que vigilar es que también hay un
“mal destino” que puede manipular esas manillas en contra de nosotros."
Yo, que cuido tanto del paso del tiempo, he dicho que “el tiempo solo se
detiene si su reloj deja de funcionar, y nuestro reloj no es automático.; así
que debemos darle cuerda cada día, para que no se pare su movimiento; debemos
de engrasar su maquinaria para que no se averíe; y debemos de limpiar el
cristal de su esfera, para que no dejemos de ver el rumbo horario de nuestro
destino”.
Ángel González "Rusty Andecor"