Describamos el ceremonial que conforma la cortesía mediante su lenguaje
de formas, gestos y de fórmulas de la comunicación oral.
Pues
que la cortesía y los buenos modales abren todas las puertas, es cierto; pero
no olvidemos que, como decía Friedrich Von Schiller, "tratar con mucha
cortesía, a veces conquista y otras empalaga". Aún así, todos sabemos que
es un arma rentable, pues, ante todo, "es un buen negocio, y que se ha de
tener, si no en atención a los demás, por puro egoísmo", decía Noel
Clarasó. Yo he conocido personas, en mi entorno de amigos y de la familia, que
han "camelado" a los demás con su ritual de amabilidad y de lisonja;
he sabido que, en muchos casos, es una estrategia de comunicación y de trato
para conquistar, pero incluso hasta para envanecerse con una pretendida
sobrevaloración de su capacidad en el trato social.
Que la cortesía es, al menos exteriormente, una muestra de civismo y de
educación, y hasta una excusa para exhibir el encanto personal que se posee,
está claro. Pero no nos equivoquemos, pues la noble condición de ser leal,
además del desprendido esfuerzo de actuar con generosidad, es una cualidad
"no necesariamente cortés". Y en cambio, esa cualidad, es algo con lo
que podemos contar positivamente, en muchas ocasiones, entre esa gente tan
"super joven" (no solo de edad sino de espíritu) que, aunque atrevida
en sus modales y aparentemente "poco cortés", es honesta, auténtica y
sincera.
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Es la simpática ceremonia de "cortesía", la estrategia del trato y el encanto de su ritual, en el que el niño le ofrece amablemente a niña el ramo de flores y ésta le corresponde con un beso. |
La cuestión, es que no se trata de tachar de descortesía a quien no muestra esa
correcta atención y acogida hacia quien parece dirigirse, y ello por el hecho
de carecer de amabilidad o exquisitez en el trato. Pues a veces, sobran los
modales hipócritas y el falso lenguaje cuando de lo que se trata es de servir o
atender con lealtad y generosidad. Y en esto, nuestras jóvenes generaciones, a
pesar de su aparente "falta de respeto" a las reglas sociales y
convencionales, nos aventajan. Yo, esto lo comprobé cuando en mi trabajo tuve
jóvenes becarios y becarias. Todo es cuestión de tacto y empatía hacia ellos.
Otra
cuestión es la descortesía, pero no aquella mostrada inadvertidamente y sin
intención alguna, o por carecer de los más básicos recursos de educación y de
trato social, sino esa otra que lo que pretende es provocar, ofender o herir
los sentimientos o la dignidad de las personas a quienes se dirige. Pues cuando
nos dejamos llevar por esa descortesía intencionada, es evidente, sabemos que
nos estamos rindiendo a un comportamiento desconsiderado, a veces grosero y
soez, motivado por nuestro descontento o enfado con la persona aludida, aunque
a veces movido por el orgullo o la vanidad, cuando no a causa de otros bajos
sentimientos.
Lo cierto es que he observado y he
comprobado que hay una conducta social que está "de moda" en el
panorama de las relaciones humanas: el cinismo de la cortesía. Es algo que no
solo lo vemos o lo intuimos, sino que lo demuestran, después, los hechos de las
personas que nos han engañado con su "dibujada y perfumada cortesía".
Es el descaro con que se utiliza la gentileza, la sonrisa y las formas
elegantes para esconder su animadversión, su irreprimible envidia o su
enmascarada enemistad. Es la desvergüenza y la mentira con que se muestran esos
modales amables y correctos para disimular la burla, la deslealtad o la
traición con que se nos va a responder después, una vez que se ha escenificado
la secuencia de esa "ceremonia". Porque, en ocasiones, es la
desfachatez de manifestar una escrupulosa actitud de cortesía hacia alguien,
acogiéndole y atendiéndole correctamente, para dar a entender a los demás la
buena relación o sincera amistad con ella, cuando lo cierto es que todo es una
farsa y una patraña, un montaje envuelto de la más abyecta hipocresía, para
engañar a la familia, a los amigos y, a veces, al mundo entero, pero también a
uno mismo.
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Mientras los adultos vamos "vestidos de hipocresía y de mentiras, los niños se complacen en el camino de su corta vida para fascinarnos con su deliciosa espontaneidad. |
Y es que no olvidemos que el cinismo de
la cortesía no es exclusivo de las relaciones informales, obligadas en el
trabajo o en la rutina de los compromisos sociales más convencionales. La falsa
cortesía está presente en el entorno de la familia, en el de las amistades más
cultivadas o comprometidas y hasta en la esencia de la pareja sentimental.
Claro que la cortesía es la fórmula ideal para vivir tranquila y cómodamente,
pretendidamente "en paz", sin problemas molestos de fisuras de
convivencia o enemistades; pues todos tenemos derecho a que se nos trate amable
y delicadamente, con respeto y atención, incluso siendo afectuoso y cuidadoso,
y también a ello estamos todos obligados a demostrar, en lo posible, esa
honesta cortesía hacia los demás. Pero, precisamente, por lo fácil que es
mostrarse cortés es por lo que nos aprovechamos de esa esmerada actitud
encubierta para esconder, a veces, nuestros bajos instintos y nuestra rastrera
condición. Y es que es habitual este escenario: vemos como alguien, sin perder
su exquisita sonrisa y su deferencia comunicativa, finge o esconce una atención
artificiosa y un trato falso, y sabemos o intuimos, porque a veces lo hemos
sufrido nosotros, que detrás "lo está poniendo a parir", hasta llegar
a pensar en "resarcirse" de lo que ha entendido como una humillación
por la ceremonia o reverencia que se ha visto obligado a desempeñar como un
compromiso de pleitesía.
Y es evidente que la cortesía debería ser
un ejercicio de humildad y de servicio hacia los demás, en vez de una técnica
de presunción o pedantería. Desgraciadamente, hay que reconocer cuánta falta de
autenticidad de valores humanos se oculta detrás de la cortesía.
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La cortesía de los niños es la más auténtica y sincera. El niño se expresa con naturalidad y la niña responde feliz. Pues, sin saberlo, están comunicándose con el corazón. |
Fue Jean Jacques Rousseau quien nos
dijo: "Los temores, las sospechas, la frialdad, la reserva, el odio, la
traición, se esconden frecuentemente bajo el velo uniforme y pérfido de la
cortesía", lo que nos demuestra la baja condición humana, pues no solo hay
que reprobar nuestras debilidades sino la intencionalidad de ser ruines y
perversos hacia nuestros semejantes cuando aparentamos hacia ellos nuestra
estima, fidelidad y servicio, siendo en realidad, en muchas ocasiones, una
cortesía simulada a través de una fachada simpática, amable y ceremoniosa, tras
la que se esconde la despreciable y vil mentira. Somos "corteses", de
forma fingida, con aquellos que ni siquiera su presencia podemos soportar,
porque tenemos que "actuar" ante los demás, de forma hipócrita, para
que éstos vean que nos llevamos bien, que les estimamos y que somos incluso
leales y generosos con ellos.
Y es que no hay ningún esfuerzo en
tratar de ser cortés con muchos de aquellos para quienes nos interesa actuar
así; pues se dice que "la cortesía es como el aire de los neumáticos; no
cuesta nada y hace más confortable el viaje". También, en mi oficio de
"observador de la vida", he conocido a gente, algunos parientes y
amigos míos que, con su astucia y sutileza, e incluso mostrándose "encantadores",
han conseguido mucho más que otros que se sirvieron de la prueba de su sobria
pero correcta disposición. Y éste es el objetivo, en muchas ocasiones,
precisamente de mostrar nuestra falsa cortesía: eliminar dificultades e
inconvenientes, propiciando la situación y el ambiente, en el camino para
conseguir un fin, para hacer más fácil un propósito.
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La aparente "falta de respeto" de los jóvenes a las reglas sociales, no significa su irreverencia o descortesía hacia quien se manifiestan. Su disposición natural y sincera les hace así de espontáneos. |
Nada resulta más atractivo en una persona que su cortesía, su
sonrisa, su paciencia y su tolerancia, que "la cortesía es conducirse de
modo que los demás queden satisfechos de nosotros y de ellos mismos",
decía Jean de la Bruyère. Pero ¿qué hay detrás de la cortesía? Ralph Waldo
Emerson la definió como "un artificio de las personas inteligentes para
mantener a cierta distancia a los necios". El humor ingenioso y agudo de
Groucho Marx cuando, irónicamente, dijo "Disculpad si les llamo
caballeros, pero es que no les conozco muy bien", nos hace pensar que la
cortesía es una estrategia inteligentemente empleada cuando no tenemos la
seguridad de la confianza de la persona a la que nos dirigimos y necesitamos de
su aceptación, pero también es una táctica para protegernos del abuso por el
margen que pueda ofrecer nuestra cordialidad. Algunos de nosotros hemos
utilizado ese "arte", unos con más agudeza y sentido del humor, otros
con más sequedad, para mantener distantes a quienes tememos se puedan tomar
ciertas libertades y confianzas. La cortesía, en estos casos, nos protege de su
"invasión" en nuestra intimidad.
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"Tratemos de fascinar con la cortesía que transmiten los ojos del alma, no con la que expresa un rostro bello y atractivo, pero radiante de hipocresía". |
Y bueno... quizá en ocasiones, al final, lo más
fácil es dejarse llevar por la hipocresía, porque nos resulta de lo más
sencillo ir "vestidos de mentiras", aparentando -a veces- lo que no
somos, regalando los oídos a unos y otras, porque lo hemos convertido en un
hábito y una fórmula para hacer más cómodo el día a día con los demás, con
nuestro entorno de amigos, conocidos e incluso desconocidos, porque somos
maestros de esa "diplomática picaresca", aunque muchas veces
utilicemos el ceremonial y la etiqueta de la amabilidad y la atención con sorna
o ironía, movidos no solo por una de esas flaquezas que hemos tratado, sino
hasta por la envidia que sentimos hacia algunos de los que nos rodean.
En definitiva, la cortesía es una regla
de vida que nos hace más fácil la convivencia y el entendimiento, pero también
es un arma mediante la que camuflamos nuestra deshonestidad, nuestras
aversiones y nuestros celos y rencores hacia los demás. No podemos evitar las
debilidades que nos acometen y por las que nos enmascaramos con esa amable y
deslumbrante etiqueta para hacer más fácil nuestra comunicación y la envanecida
pretensión de favorecer nuestra imagen, pero tampoco podemos caer en la inmoralidad
de la mentira de nuestra sonrisa y de nuestra cordialidad, ni podemos
justificar la vileza de nuestras perversas intenciones con aquellos a quienes
les hemos demostrado antes la fascinación de nuestra cortesía.
No olvidemos, finalmente, que la mejor y
más honesta cortesía es la que se expresa desde la elegancia y el encanto de
una mirada sincera; más aún, desde la exquisita expresión de los ojos del alma.
En definitiva; la cortesía es una carta de presentación y una etiqueta de trato correcto, elegante y amable. Y deberíamos evitar servirnos de ella, corriendo el riesgo de caer en en su cinismos y en la perversidad que puedan llevar otras intenciones.
´Ángel González "Rusty Andecor"