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Lo cotidiano e insignificante es, por ejemplo, una visita a una buena bodega de vino. No es nada del otro mundo; en este caso fue en "González Byass", para conocer la elaboración del brandy. Que, por cierto y como yo decía: "Para la tristeza y el mal agüero, tomate una copa de Carlos Primero". |
Dicen que... "la vida es tan incierta que la felicidad debe
aprovecharse en el momento en que se presenta" Y dicen que... "la
infelicidad surge tan inesperadamente que hay que buscar el instante feliz,
antes de que surja la desdicha".
"El hombre debe considerar siempre lo que tiene antes de lo
que quiere, pues la infelicidad viene cuando la realidad no llega" (Joseph
Addison).
Pues... "Si ignoras lo bueno de lo que tienes y persigues solo
una quimera, cuando no consigues realizarla, tu frustración te llevará a la
infelicidad". (Rusty Andecor).
"Si lo cotidiano y lo insignificante es lo que, a veces, te concede el instante feliz, es la magnificencia del lujo y de los placeres frívolos y mundanos, lo que, a la larga, te hace llegar al cansancio y aburrimiento, a la insatisfacción y e indiferencia, y en definitiva, a la decepción y a la infelicidad" (Rusty Andecor).
Es posible (después de pensar en el contenido de esta pequeña introducción) que mi intención, al dejarme llevar para reflexionar sobre la infelicidad, esté motivada por las preocupaciones tan comunes en una persona ya desocupada de su trabajo -en una edad tan "jubilosa" como la del jubilado, y ese es mi caso- por las que no solo piensas en ese "resto del tiempo", ahora más corto de tu largo "viaje", sino en la seguridad o inseguridad de quienes quedas atrás (normalmente, tus hijos) o en la esperanza o desconfianza de tu mejor destino. Es cierto que una cosa y otra, y las contingencias que a todos, y en ocasiones nos sobrevienen, puede arrastrarnos a la infelicidad. Sin embargo, yo no quería llegar a referirme, quizá, a lo más patético de este estado y de su sentimiento.
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Es la calle que todos deseamos buscar, porque es la más entrañable y más "jubilosa" para nuestro estado más curtido, quizá en ese tiempo ya más dorado de la vida; precisamente la del "jubiloso" |
Quisiera empezar recordando la definición de la infelicidad, como "el estado de ánimo de la persona que se siente desgraciada y se encuentra triste por causa de un gran dolor o aflicción". Aunque todos sabemos que la infelicidad se debe también, no sólo a una desgracia o desventura, sino a la insatisfacción y al desencanto de los acontecimientos vividos o de las personas con las que has tenido una estrecha relación personal.
Por eso, a mi me gustaría analizar este tema, deteniéndome en cómo discurre ese estado de la infelicidad, porque a todos, quienes pasamos por esta etapa de la vida, la que suele empezar en la fase en la que ya estamos demasiado curtidos de tiempo, nos viene bien analizar nuestro estado emocional, y cómo asumimos la experiencia de los buenos y malos instantes que vivimos, además de cuáles son las expectativas que buscamos. Yo mismo me hago y escribo esta reflexión, para auto-analizarme, diagnosticarme y "ponerme un tratamiento", el más adecuado y efectivo para vivir lo mejor posible esta jubilosa etapa. Por tanto, yo diría que... esto va muy bien, muy adecuado, para quienes está próximos a jubilarse o están ya jubilosos.
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Cierto que, en muchas ocasiones, es el pasado con el fantasma de nuestros errores y lo que fueron nuestros desencantos. Y no hay nada mejor que llevar un "paraguas" que pueda protegernos de la negatividad que aquellas vivencias nos afectaron. Siempre podremos poner delante el tamiz de unos colores con los que consigamos recibir solo los buenos recuerdos de aquel pasado. |
Lo cierto es, creo yo, que esa infelicidad que se sufre por las causas de su propia definición, las de padecer la continuidad de una desgracia o desventura, e incluso la que se sufre sin motivo aparente, quizá la que fue originada por una depresión, desánimo u otro padecimiento psíquico, no es a la que -como digo- voy a referirme. No es la que nos interesa. Quizá, la que deberíamos analizar sería la que se produce por no saber disfrutar de los buenos instantes de la vida, precisamente a lo que me refería en la introducción. Incluso, al estado infeliz que padece quien no está contento a causa de la insatisfacción de su pasado, o tal vez por el remordimiento de aquello por lo que no se sintió orgulloso de haber hecho o no haberlo realizado.
Yo diría que son los tres estados temporales, los que nos van a marcar estos tres estadios de la infelicidad. El de la insatisfacción o remordimiento por las escenas que no nos gustaron en nuestro pasado. El de no saber aprovechar el instante, para disfrutarlo y saborearlo, en el momento presente, en el que transcurre nuestra vida. Y ese otro perfil del que se siente infeliz, pues sufre por la inquietud y la desconfianza al contemplar su futuro.
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Y ese mismo paraguas, tal vez de un color más cálido y más atrayente, podría ser el mejor reclamo para atraer el efecto de nuestras más felices vivencias y que, junto a las escenas que, con ese mismo filtro de color que ponemos delante de nuestros ojos, elegimos entre las que se suceden en el presente, para conseguir esa sonrisa que siempre perseguimos. |
De la repercusión de los escenarios de nuestro pasado en el estado emocional de hoy, supongo que lo mismo que los buenos y felices recuerdos nos producen placer y felicidad, actualmente y al recordarlos, son los infortunados y desdichados los que nos producen rechazo al pasado, porque a veces nos persiguen y nos fustigan, y nos crean ese clima de desasosiego que nos impide a detenernos a disfrutar del presente. Decir que la solución para superar esa infelicidad es ponerse en paz con el pasado, borrando esos malos recuerdos o reparando aquel estado de insatisfacción o remordimiento, viene a ser algo así como "la receta del médico". Quizá solo tenemos una solución y está en la oportunidad que nos depara el presente e incluso el futuro.
Una vez dije "desde hace años me ha obsesionado la injusticia que hay entre la suerte del ganador y la adversidad del perdedor". Y recordando aquella frase de Henry Ford que decía: "El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez más inteligentemente", pienso que el ser humano tiene esa oportunidad de reflexionar, tanto del fracaso de su derrota o desengaño, como de los errores que marcaron su malogrado pasado, y ello para empezar de nuevo y recuperar el escenario que hubiéramos deseado grabar en nuestra vida.
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Pienso que es la mente la que atrae los fantasmas del pasado y distorsiona, a veces, nuestro estado afectivo; nos genera un clima de insatisfacción y culpabilidad, y un rechazo hacia la disposición para disfrutar del presente y de un feliz instante. |
Pienso que "es la mente la que embellece o distorsiona, en muchas ocasiones, la satisfacción o insatisfacción de la vida" y, por tanto, es la mente la que nos incita a buscar un estado equivocado de insatisfacción y a ese sentimiento de infelicidad, quizá desmerecido. Tal vez, el contexto de la situación en un determinado tiempo y con unos determinados elementos humanos nos hizo culpables, después, de aquella experiencia o relación con la persona o personas que nos marcaron la causa de la infelicidad. Todos hemos padecido alguna de esas suertes o infortunios que ahora, en esta etapa en que solemos recordar ese pasado, nos reclama en la conciencia o nos afecta en nuestro sentimiento, conduciéndonos a la infelicidad. Y solo nos queda buscar la reconciliación con uno mismo, a través del equilibrio entre aquel pasado y la actitud más consecuente en el presente.
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El momento feliz está ahí, bajo la lluvia de la suerte y de la improvisación. Solo ese paraguas, del color de la ilusión, nos puede ahuyentar del temor
de los momentos infelices. |
En cuanto a la infelicidad del presente, recordemos que es un estado, casi siempre temporal y pasajero, tal y como yo la estoy planteando en mi reflexión, no una dolencia psíquica permanente, ni una crisis depresiva. Y no olvidemos que, a menudo, somos infelices, no porque nuestro estado sea el de la infelicidad, sino porque tememos sufrir la desventura o pensamos demasiado en la supuesta infelicidad que nos puede sobrevenir. Que lo mismo que, como decía Bernard Le Bouvier, "esperar una felicidad demasiado grande es un obstáculo para la misma felicidad", ocurre que "obsesionarse por creer que vamos a ser infelices es ahogarnos en la esperanza de la felicidad". Pues "la obsesión por la felicidad es, en ocasiones, motivo de la infelicidad", mientras que "la ilusión por disfrutar de un instante feliz, ahuyenta el temor de padecer momentos infelices".
Tampoco olvidemos que son los efectos de la sucesión de instantes infelices los que generan el clima de infelicidad. Nada mejor, por tanto, que buscar y encontrar otros momentos para disfrutar la vida de forma grata y placentera, consiguiendo así superar ese infeliz estado.
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Aparentar a un mundo insensible y materialista que se es feliz, aunque no lo sea, es un recurso inteligente para huir de la infelicidad. Muchas veces, hay que esconder el dolor y la tristeza con una sonrisa discretamente feliz para que el mundo no te rechace con su compasión. |
Otra consideración es la que se extrae de esa frase de Erich Fromn, que dice: "Detrás de una fachada de satisfacción y optimismo, el hombre o la mujer moderna es profundamente infeliz; en verdad está al borde la de la desesperación". Pero lo que ocurre, algunas veces, es que "demostrar nuestra infelicidad a los demás, supone recibir la compasión, quizá la ayuda para mitigar nuestra desdicha, pero también y en ocasiones, el rechazo. Pues no se puede buscar la felicidad entre un mundo que nos envuelve y fustiga, mostrándole que somos infelices; el mundo suele ser cruel con la desdicha y no es tolerante ni compasivo con quienes sufren, cuando intentan pedir a ese mundo que colabore en su felicidad". Y como dije, también como en el pensamiento anterior, en mi reflexión sobre la felicidad, que "un recurso inteligente para encontrar la felicidad, en un mundo insensible y materialista, es hacerle ver que ya se es feliz, aunque no lo sea". Siempre dije que "hay que esconder la escasez y la miseria ante los ojos de los que te rodean, porque te tratarán como te ven; y es que, si quien debe atenderte comprueba tus privaciones, corres el riesgo de que te cierren la puerta".
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Cuando las personas "crecen entre la gente" corremos el riesgo de ser infelices. Pero, a través de esa misma gente siempre podremos contar con el afecto, la atención y el apoyo de quien, con su esforzada pero sincera sonrisa, nos hará recuperar también la sonrisa y nuestra confianza. |
Y en otro contexto de la complacencia o no que afecta al ser humano, hay una frase que se atribuye a Marilyn Monroe que decía "Es mejor estar sola que infeliz con alguien"; algo así como el dicho popular: "Mejor estar sola que mal acompañada". Lo que -se me ocurre, también- puede traducirse en el efecto contrario, cuando tenemos la suerte de poder contar con la compañía de quien nos ahuyenta de las desdichas del presente o nos hace olvidar de los malos recuerdos del pasado; pues como dijo Cervantes, "de las miserias suele ser alivio una compañía". En definitiva, si lo intentamos, siempre habrá un buen compañero de viaje que cuide de nosotros durante el trayecto a nuestro destino, pues como decía John Lennon "Las personas crecen a través de la gente, y si estamos en buena compañía, es más agradable".
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La complicidad afectiva y anímica siempre será nuestra "tabla de salvación" en los momentos en que atravesamos esa crisis tan temida de la infelicidad. Ni siquiera aquel paraguas de color cálido que debía protegernos será ya preciso que cubra nuestros temores y nuestra fragilidad. La cercanía y el calor de esa grata compañía será más que suficiente. |
Aún así y puestos a pensar en su perdurabilidad, nunca hay garantía de la fidelidad de esa protección en ese compañero del alma hacia nuestra felicidad. Ni la fascinación al sentirse atraído por la belleza o el talento puede ser suficiente para estimular esa estabilidad entre ambos. A veces, el ingenio y la extravagancia, romper con el convencionalismo y la rutina, en nuestro cómplice es la solución para salvar ese apoyo anímico que solo puede protegernos del riesgo de esa infelicidad. Pues ya lo dijo la infeliz y malograda Marilyn, a la que yo tanto admiré: "La imperfección es belleza, la locura es genialidad, y es mejor ser absolutamente ridículo a ser absolutamente aburrido".
En definitiva, en nuestra situación de supervivientes, afortunados o no, pero dueños de una etapa jubilosa de descanso, nada mejor que tratar de encontrar la mayor frecuencia de instantes felices, para compensar aquellos momentos más desafortunados y aliviar sus desilusiones, con ayuda, o sin ella, de esa compañía o complicidad generosa y desprendida de quien pueda estar con nosotros. Como nada mejor que demostrar, a nosotros y también a los demás, que no sufrimos infelicidad alguna, aunque así fuera.
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Es la infelicidad de quien se inquieta y desconfía por su incierto futuro, esperando coger el tren de su destino, quizá en la misma vía de su encrucijada, porque no sabe cómo hacer frente a la la inseguridad que le ofrece su estación de destino. |
Finalmente, hay una infelicidad que padece quien se ve afectado por el desasosiego y la inquietud que le produce tener que fijarse en el futuro. Es la desconfianza de quien no cree en su futuro o piensa que va a estar en su contra. Y es que nadie puede evitar que un día tendrá que pasar por situaciones de dolor y de desdichas. Es algo evidente, porque es la misma naturaleza del transcurso de la vida, y más cuando sabemos que un día la vida se nos ha de acabar. Pero es algo que lo afrontaremos, aunque sea de forma pasiva, cuando llegue ese instante, y no antes. Y pienso que ahora, aunque solo fueran dos meses antes de ese preciso instante, nos debemos a la complacencia del instante maravilloso de la vida.
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Es esa infelicidad de quien huye de su frivolidad y del vacío de su vida, de sus errores y desencantos, de los fantasmas que le persiguen, quizá de su mentira y su indecencia, y que para compensarlo, se fija en la fantasía del resplandor y del reflejo de un mundo irreal e imposible que parece ofrecerle su salvación y un poco de paz. Es la misma Holly que acude a desayunar frente a sus diamantes en Tiffany. |
Yo creo que esa infelicidad que sufre quien se obsesiona y se angustia, porque duda de su futuro o porque le asusta que llegue, es la de quien no tiene seguridad en si mismo y la del que menosprecia sus valores. Siempre recuerdo aquella Holly, el personaje que interpretaba Audrey Hepburn en "Desayuno con diamantes", que solo se preocupaba de revolotear de fiesta en fiesta, con su aire sexy y sofisticado, porque deseaba huir de su fracaso y su propia infelicidad. Holly volvía a casa, pasada la noche, mientras miraba fijamente los diamantes de aquel escaparate del Tiffany´s, y se dejaba llevar por la imaginación, mientras allí mismo "desayunaba", confiando en que un día los conseguiría, porque pensaba que solo en eso consistía la felicidad. Luego, Holly llegaba a casa, y al encontrarse sola se volvía frágil y vulnerable y se dejaba vencer por su infelicidad.
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Es la escena en que Paul reprocha a Holly su cobardía al refugiarse en su castillo de mentiras y no enfrentase con sus miedos, los que no le dejan confiar en las personas que solo quieren darle la felicidad. Es el escenario que aparece en nuestra vida en el que alguien, cercano a nosotros, nos ofrece la posibilidad de superar nuestros fracasos y poner a nuestro alcance esa felicidad. |
Un día, su vecino Paul, enamorado de ella, con el que comenzó a compartir su apartamento, le dijo en un intento de hacerle recuperar su confianza y la ilusión por buscar la felicidad: "¿Sabes lo que te pasa? no tienes valor, tienes miedo..., miedo de enfrentarte contigo misma y decir "está bien, la vida es una realidad, las personas se pertenecen las unas a las otras porque es la única forma de conseguir la verdadera felicidad". Tú te consideras un espíritu libre, un ser salvaje. Y te asusta la idea de que alguien pueda meterte en una jaula. Bueno, nena, ya estás en una jaula; tú misma la has construido, y en ella seguirás vayas a donde vayas. Porque no importa donde huyas; siempre acabarás tropezando contigo misma". (Clic en este enlace: "Escena Paul - Holly")
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Cuando Holly recupera su gato, su talismán de la suerte, es
cuando se da cuenta que también ha superado sus miedos
al fracaso y que ha encontrado su verdadera felicidad.
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Es cierto que todos tenemos un signo representativo en el que creemos y por el que confiamos en la suerte de nuestro destino. Los más espirituales podemos identificarlo como ese buen Dios en el que, quizá muy en el secreto de nuestro corazón, intentamos creer desesperadamente. Tal vez, los más profanos buscamos algo más visible, más próximo, más... material, pero algo que nos dé también confianza. Recuerdo que Holly, en la película que personificaba Audrey Hepburn, tenía su "talismán" de la suerte, su gato, el que encontró en la última secuencia del film; y quizá su hallazgo, cuando ya lo tenía perdido, fue su mensaje para confiar en la felicidad a la que equivocadamente estaba renunciando. El hecho es que todos tenemos la manifestación de un mensaje, palpable, que nos está sugiriendo distanciarnos de la infelicidad, para acercarnos a lo más esencial, o puede que lo más simple pero lo más... "azul" de la felicidad.
Ángel González "Rusty Andecor"