entre sueños y embelesos,
siendo presa de inquietudes
y empapada de otros besos.
Mas despierta, vieja amiga
vive alerta en esos sueños
que hay sirenas que nos llaman
que nos cantan, las seguimos
y jamás ya somos dueños
Nunca dejaré de entender el alma desinteresada, desprendida y generosa de mi amigo Rusty, como tampoco dejaré de comprender su alejamiento de lo que él llamaba "la cruda, despiadada y perversa realidad", ni su supuesta intencionalidad de ocultarse en su mundo ensoñador, sobre todo, desde que una vez escribió aquel cuento que tal vez trastornó su buen juicio o, al menos, su tino más trivial y mundano.
Mi amigo solía conjugar en sus mensajes conceptos sublimes, demasiado encopetados para asemejarse a la ligereza de lo habitual, como la noble y leal amistad, la esperanza y la ilusión, la generosidad del afecto y de la comprensión, la honradez y la decencia casi extemporánea o, simplemente, la honestidad de una sonrisa. Además, me decía "el mejor mensaje no es el que se escribe, se envía y se recibe, sino el que se siente y se transmite desde el corazón, a través de la distancia y del silencio", para ensalzar, tal vez, la generosidad de un contenido pletórico de bondad en la intención, sin esperar ningún reconocimiento.
Rusty, solía tener un concepto muy elevado de los amigos, y reflexionaba diciéndome: "El amigo sincero es el que, no buscando ganar la amistad de quien aprecia, regala el resplandor del pequeño tesoro de su bondad, en silencio y sin pedir nada a cambio" y, en contraposición con sentimientos como el amor, añadía "La amistad puede llegar a donde jamás llegará el amor; sólo el bueno y el fiel amigo podrá llenar el vacío y la soledad que pueda sentir el corazón de su amigo o de su amiga en un mal momento, porque la persona que él o ella pueda amar, si no es un verdadero amigo, se dejará arrastrar por el interés y el ansia egoísta de la pasión", para terminar ensalzando la bondad de la amistad: "podrás olvidarte de tu amigo, pero no de su amistad; porque podrás olvidar un amor, pero jamás olvidarás tu mejor amigo".
Era como una colección atesorada de citas que él mismo creaba, cultivaba y mimaba, para aleccionarnos en una forma de comportamiento, para aconsejarnos en la inquietud de una duda o para tranquilizar nuestras incertidumbres y sosegar la perturbación de nuestros desencantos y de nuestras penas. Era como una solución para curar todos los males que podían aflorar del alma o ensombrecer la dicha de nuestro destino.
Trataba el desasosiego anímico con citas, a través de sus mensajes, como "si tu pena o desazón no puede apaciguarse con el calor de los que tienes contigo y se alivia solo con la mano que te tiende un amigo, ése es tu verdadero hermano y el amigo del alma, porque ése es el que hará curar las heridas de tu dolor"; y advertía de los motivos que impedían disfrutar del consuelo de la amistad, así: "no hay nada más frustrante que sentirse un buen amigo y no poderlo demostrar ni ofrecer el influjo de su bondad a quien de verdad aprecia, por culpa de las conveniencias sociales, de las trabas familiares y de la imposición del rigor de la hipocresías de las costumbres", o de los peligros de una confianza inmerecida en la evidencia de una falsa amistad o de su efímera existencia, avisándote con esta cita "no hay sorpresa más desagradable que descubrir la mentira y falsedad que puede ofrecerte ese amigo que tanto te aduló y agasajó con su trato amable, simpático y lisonjero, o al sentir la bofetada del silencio y del olvido, o del desaire y abandono de aquél en quien confiabas como tu buen amigo".
Así era mi amigo, confiado en la innata y presumible bondad del corazón de las personas, pero receloso de sus debilidades y suspicaz, al saber de la evidencia de sus volubles y variables estados de conducta y de la inclinación o aversión hacia los demás. Advertía, moralizaba, reflexionaba y prevenía, y siempre lo hacía a través de las "recetas reflexivas de sus citas" y que enviaba dibujadas en sus mensajes.
Sin embargo, yo sabía que Rusty había comenzado a debatirse entre una incierta realidad para él, que no aprobaba por la frivolidad insustancial que le ofrecía el trato humano con aquellos a quienes conocía, y entre lo que él llamaba "el universo de sus sueños". Y necesitaba entregarse a su refugio y tal vez a su consuelo. Era también la consecuencia del desvarío de aquellos extraños seres que trajo consigo desde que una vez se entremezcló con ellos en ese cuento que creyó vivir y que, quizá, lo único que hizo fue escribirlo.
Hubo un tiempo en que solía alternar las meditaciones de sus mensajes, que enviaba a sus amigos o a quienes conocía, o transmitía a las figuras de su ilusión. Era entonces cuando tuve la ocasión de comprobar su acierto en el consejo para unos, en la habilidad para gratificarles con una reflexión o en el remedio para darles una solución con su cita más conveniente, siempre creada por él, adecuándola al conflicto o desazón que cada uno mostraba, como si, efectivamente, de la receta de un médico se tratara.
Pero no eran situaciones ni problemas materiales los que trataba de resolver con sus reflexiones o advertencias, ni acontecimientos o sucesos triviales y cotidianos, sino la esencia de los conceptos más elevados y los más emotivos y admirados, como ya relataba al principio, lo que más le interesaba.
Solía jugar con la ilusión que, según decía, nunca había de faltar en el ánimo de la vida de toda persona, aconsejándole a quien podía estar privado de una sonrisa o de un mínimo de entusiasmo: "Cuando empieces el día envuélvete de ánimo, de seguridad y de ilusión, porque tienes que desafiar el mundo que está frente a ti; verás que el mundo te envidiará cuando vea tu optimismo. No hagas caso de ese espejo que puede hacerte ver decaído y desesperanzado, unas veces, y limitado e incapaz, otras. Trata de cubrir tus temores y tu dificultad para superarte con esa magia que llevas dentro y que ni tú mismo sabes que la tienes, porque la magia está en uno mismo y en lo que ves con los ojos del corazón; no hay magia si no te envuelves de ilusión. Pero recuerda también que tienes que ver esa magia en todo lo que está a tu alrededor, que el mundo no tiene magia si no lo miras con tu sonrisa".
Gustaba de implicar, en la debilidad de esa condición humana que tanto nos perturba, la esperanza de los milagros de esa magia en la amistad que tanto reclamaba, diciendo "La condición humana, con el transcurso de los acontecimientos y de la misma edad, se va haciendo más egoísta; el hombre, en la encrucijada de su vida, confunde el objetivo de su aparente intencionalidad y puede engañar o hacer daño a otras personas a las que ha hecho creer en él; sólo le salva el "encantamiento" y la fascinación de un corazón en el que ha terminado por creer, es decir la magia de su admiración por él". Y añadía "La implicación en la bondad de las intenciones de otros amigos, que no son aquellos que tenemos para divertirnos, sino los que, tal vez, están en silencio, es necesaria para conseguir la dignidad que todos reclamamos, la nobleza del alma y la paz de la conciencia, además de ser tan reconfortante para conseguir la mejor compañía en aquellos momentos en que sólo encontramos la soledad más amarga" .
Este era mi amigo Rusty; quizá no tan extravagante como iluso, pero sí extraordinariamente insólito y excéntrico en la cotidianidad en cuanto a sus formas de pensar y tratar con el mundo cercano, que más que iluso era como "el príncipe de sus sueños". Porque, de aquel cuento, a que hice referencia, nunca dejó de reconocer la presumible existencia de sus personajes, pero en una realidad tan próxima que yo dudaba siempre que así fuera. Sé de su cuento como una historia en que relató a un amigo llamado "El Campesino", que quiso tanto a su amiga "La Princesa", y que tanto sufrió por ella, que un día le falló el corazón y murió de tanto amarla. Sé que fue una historia de amistad sincera y noble, de generosidad y sacrificio, que fue una lucha constante, paciente y tenaz por salvar una esperanza y una ilusión, tal vez la de la felicidad de aquella Princesa, sin pedir nada a cambio y sin esperar nada; pero fue un esfuerzo tan grande que el Cielo no supo entender aquel sacrificio y dejó que ese Campesino perdiera la vida de tanto querer.
Recuerdo aquella cita con la que intentaba curar el sufrimiento padecido por uno de sus amigos y que decía "sólo las personas que hemos sufrido mucho somos capaces de dar después lo mejor a los demás; porque hemos conocido el dolor y la infelicidad y tenemos el mecanismo de compensación para buscar esa dicha, pero, curiosamente, para hacer felices a los demás. No hay mayor armonía entre dos personas que aquella que puede formarse por quienes han sufrido, porque, en el fondo, desean compartir la búsqueda de ese equilibrio. El que no ha sufrido así tiene por delante el cansancio y el aburrimiento con los que comparte su vida, pero el que ha sufrido es capaz de darlo todo por la persona que quiere"
O aquel otro consejo que daba a ese personaje tan estimado por él, atormentado, quizá, por la confusión de los sentimientos que aquél le provocaba, y cuya cita con la que intentaba curar su mal era "El amor pasional, la vehemencia de los sentimientos y el enamoramiento obsesivo son emociones egoístas, frenéticas y afectadas, en muchos casos, por la codicia y la frivolidad; mientras que el cariño, unido a la comprensión, a la tolerancia, a la entrega, a la benevolencia y al respeto, son algo mucho más generoso y desprendido" y añadía, aconsejándole "no debes confundir nunca la devoción que puede sentir un amigo cuando, con su constancia, paciencia y perseverancia, insiste en ofrecerse para hacerte feliz, aunque solo fueran un momento, porque, con esa devoción y su afecto, te está dando lo mejor de su corazón, y no debes confundirlo, por tanto, con una obsesión emocional ni mucho menos enfermiza".
Acostumbraba a consolar a sus amigos apenados y llorosos, con citas como "si dejas que fluyan las perlas de tu llanto, aunque sea dentro de ti, tu corazón siempre llevará la lozanía de la ilusión y de la esperanza"; añadiendo "La lluvia limpia el hedor que dejamos por el mundo y las lágrimas limpian, o por lo menos, endulzan, el dolor amargo que nos ha hecho sufrir", y reclamaba el aliento y el consuelo del amigo "la soledad permite lavar la desazón y las penas con el bálsamo de las lágrimas, pero sin la compañía del buen amigo que te acaricie a menudo con la gracia y la bondad de su risa, no podrás liberarte de tu dolor".
Sé que, en otras ocasiones, Rusty aleccionaba a su musa, cuando sabía de ella estar afectada por la angustia y la desazón, diciéndole "no te encierres en el desánimo, en el pesimismo y en la obsesión; cuando te veas atrapada trata de espantar tus miedos cortando el resorte que alimenta esa energía negativa y conecta cualquier otra fuente que te reanime"; y continuaba "cierra la puerta de donde salen tus inquietudes y preocupaciones, y abre la ventana para que se refresque tu alma y desaparezcan tu ansiedad y tus temores con la corriente de la esperanza y de tu propia sonrisa".
Seguía Rusty dedicándole a la protagonista de su cuento, recordando aquella frase de Kurt Cobain "El auténtico amigo es el que lo sabe todo sobre ti y sigue siendo tu amigo", y esta vez con su cita "el auténtico amigo es el que, aún no sabiéndolo todo de ti, puede suponer o esperar conocer lo más inesperado o no deseable y sigue siendo tu amigo", y añadía después "Si tropezaras todos los días, tendrías mi mano amiga, no sólo para sujetarte y para que no te cayeras, sino para levantarte de tu caída de cada día".
Y era a ese más preciado personaje a quien insistía, tratando de curarle cuando le faltaba su sonrisa, "La sonrisa es un artificio de cortesía; ese gesto puede ser una mueca y no sale del corazón. La sonrisa que resplandece en tus labios debe ser la revelación del secreto del estado del alma, que emane del corazón hasta tu rostro como si fuera la caricia de un beso", y continuaba "La sonrisa es el mejor masaje para el corazón y el bálsamo para las preocupaciones, es el guiño entre los buenos amigos, es el consuelo de los tristes, es el alivio del cansancio y la fuerza para el alma, es la esperanza para los que sufren y la luz para los desesperados, y es -sobre todo- el vestido más hermoso para un corazón bueno".
Rusty terminaba recordándole "Nadie podrá conseguir fascinar con su reconocida belleza si no lleva en sus labios y en sus ojos la sonrisa sincera del corazón; y es que, a veces, la belleza sólo la encontramos cuando vemos una sonrisa franca y auténtica, sin fijarnos tanto en el aspecto físico".
Mi amigo nos reconfortaba también con sus recetas para ayudarnos a buscar la felicidad, y nos recordaba que la felicidad es algo más cercano y sencillo que la ambición de nuestra condición humana, porque, decía, los placeres terrenales y del sentido nos aturden y nuestros deseos y sueños disparatados nos abruman y confunden; por eso, solía decir "La felicidad te la mereces si luchaste y sufriste por ella, y no porque consiguieras ningún triunfo", añadiendo "Se puede ser feliz por un instante, porque un instante es una ventana hacia la eternidad; y porque son los efectos de un instante los que generan y recrean el placer en nuestro corazón durante una vida", o advirtiendo "Existen maravillas en todo, aún en la oscuridad y en el silencio, y la felicidad está, a veces, en cualquier estado o situación en que uno se encuentra; y también en la paz de la conciencia y en la tranquilidad de la sencillez de la vida, pero no en la opulencia o en la festividad que anhelan nuestros instintos".
Pero fueron las últimas ocasiones en que vi a mi amigo las que me hicieron pensar que algo se iba transformando dentro de él. Observaba en sus citas un esbozo de desvarío, cuando hablaba del futuro como una consecuencia de los sueños, diciendo "Si no alimentáis vuestros sueños con suficiente ilusión y no hacéis que parezca que son bellos no tendréis futuro"; añadiendo como si su alma sufriera y se encontrara atormentada "El futuro es la apología del iluso, aunque, tal vez, la consecución de un ideal por el que se empeñan los que, con la enseña y estandarte de sus ilusiones, ponen rumbo a la isla de sus sueños".
Sin embargo, cuando más me conmovió mi amigo fue cuando comenzó a escribir sus citas al reflejo de su propio espejo, al personaje que él mismo terminaba recreando desde su propia identidad. Solía abundar, en este sentido, citas como "La vida es tan hermosa que merece la pena aprovechar hasta la locura de la filosofía de aquello de "siempre nos queda la búsqueda de indagar en los sueños de la eternidad", antes de rendirse ante la mediocridad de ese brillo convencional con el que nuestro entorno consumista, frívolo y vacío nos intenta fascinar o ante la desolación o la podredumbre del lujo fatuo y petulante que nos ofrece el circo de este mundo y, en particular, quien nos envanece cada día"; sin olvidar aquella frase "Las cosas más bellas son las que inspira la locura y escribe la razón", de André Guidé.
Y es que, citando aquello de "Cuidado con los sueños, que son las sirenas del alma; cantan, nos llaman, las seguimos y jamás retornamos", de Gustave Flaubert, recuerdo muy bien su reflexión "Gracias a nuestros sueños, porque con la búsqueda del deseo cumplido y con el que pintamos la fantasía de nuestro cuento conseguimos recuperar la ilusión de nuestras frustraciones y de nuestros desencantos; no importa que escapemos de la cruel realidad, solo importa la calma para reconfortar nuestro espíritu, que sigue encerrado en nuestra mente ocupada y obsesionada sólo con llegar al anhelo de esa felicidad".
Sin olvidar el significado de aquella estremecedora cita que parecía extraída, recitada y dedicada a sí mismo "Siempre hay una esperanza en la ilusión por intentar encontrar ese amigo que se perdió en la desolación de su tristeza, mirando las negras aguas de aquel océano tan hermoso cuando percibía una luz intensa y atrayente que conectaba con la eternidad".
No volví a saber nunca más de Rusty; supongo que quedó atrapado en sus últimas y extrañas citas; pensaba que sólo trataba de continuar con su cuento, pero tal vez no supo separar sus hermosas ilusiones, que tanto le entusiasmaban, de las sirenas que cantaban en sus sueños, aquellas que tal vez llamaron con tal fuerza y fascinación en su alma que no pudo evitar seguirlas, ni encontrar el camino de retorno a la realidad.
-(Eva Cassidy)