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Que la vida es ilusión, un teatro, una ficción, un suspiro; y la escena se termina cuando cae aquel telón. Este es uno de mis grandes y mudos amigos; lo encontré, allá en Orense, esperando que su auto despertase de su sueño, para emprender el gran viaje. |
"¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una
ilusión,
Una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
Que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son"
(Calderón de la Barca)
"¡Que la vida es un teatro!
Pues su trama es un sainete y una farsa,
con tragedias y venturas,
con su marco, en su retrato.
Que los sueños, ya se acaban,
todo es breve, solo un rato"
(Rusty Andecor)
“La vida es breve”, ya lo dijo el poeta. No es más que un fugaz instante. Hay un pasado, el del ayer, que sólo aparece en los recuerdos,
y hay un futuro, el del mañana, que sólo está en la ilusión. Sólo existe el
presente, el momento en que se vive, el único que cuenta. Lo demás… es un
teatro que representamos, desde ese prólogo que nos trae el “visor de
antigüedades”, con las escenas del pasado, y que pretende dar el mejor argumento
a la trama de la escena del presente, que es la propia vida, la que se consume,
y la que además, sin poderlo evitar, va a tratar un tema incierto y desconocido para
nosotros.
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Es la última escena la que más hay que cuidar en la obra de teatro de la vida. El final debería ser impecable y feliz, "antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos" |
Pero… si la vida es una representación así, tal y como la he descrito, recordemos a
Charles Chaplin, en aquello que decía: “La vida es una obra de teatro que no
permite ensayos. Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada
momento de tu vida… antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos”.
Y es que es preciso que sepamos que no hay que intentar cambiar nada de antemano entre lo que no estamos seguros puede favorecer nuestro destino, ni hacer demasiados proyectos. El filósofo George Santayana decía "La vida no se ha hecho para comprenderla, sino para vivirla". Es una expresión redundante, pero no cabe duda de que es lo acertado y de que, además, es el transcurso de los acontecimientos que se viven lo que hay que controlar, dirigir o enmendar, mientras se van sucediendo.
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¿Porqué la vida es tan breve? ¿Porqué no da para tanto que nos queda por hacer? Encontré a Woody en uno de mis viajes y me dijo: "¿Por qué no dejo de destrozar mi vida buscando respuestas que jamás voy a encontrar y me dedico, en cambio, a disfrutarla mientras dure?" |
El genial compositor John Lennon dijo que "La vida es aquello que te va sucediendo, mientras te empeñas en hacer otros planes". El único plan que hemos de verificar es el de exprimir cada día, cuando comenzamos a vivirlo desde que amanece para nosotros, buscándole la máxima satisfacción, aunque esté cargado de dificultades y preocupaciones, y sobre todo, nuestro objetivo es sobrevivir al día.
Pero la vida se ha de acabar, como mucho, por la naturaleza de su transcurso. Es irremediable y su destino es inmutable. Y este es el objetivo de mi reflexión; ahí es donde yo quería llegar: ¿qué pasa o qué hemos de hacer cuando nos queda ya un tramo corto de nuestro camino? No sólo nada podemos hacer y menos, que nos dejemos caer en la angustia compulsiva de pensar que nos quedan pocos años de vida. Es cierto que cuando llegamos a este punto nos damos cuenta que "apenas hemos vivido" y que ahora es cuando tenemos más experiencia para vivir ajustando mejor nuestra capacidad para disfrutar esa vida. Porque, como dijo el escritor argentino Ernesto Sábato, "La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse".
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Otro de mis descubrimientos en mi continuo viajar, fue el que llamé "el mago del tiempo". Le pregunté cómo vivir más intensamente en esa última etapa de nuestra vida. Me dijo que siempre hay que viajar con un equipaje cargado de ilusiones, y ello porque hay que "aprovechar el momento". (Foto de un viaje a Oviedo en Julio 2013) |
Arthur Schnitzler dijo: "Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida". Sin embargo, yo pienso que no hemos de esperar tanto, porque creamos que debemos acreditar la sabiduría o la pericia que se alcanza con el tiempo vivido, sino que hemos de aprender cuanto antes nuestro "oficio" y aplicar esa cultura de vida, esa sapiencia de "veterano", aunque estemos aún en la fase de aprendiz, para "aprovechar el momento" y para seguir con ilusión durante esos dorados años.
Entendí, según quise definir en el título de mi reflexión, que en mi pretendida etapa dorada, como la del cualquier otro de mis contemporáneos, son diez años, o incluso quince, los que aún puedo vivir por vía natural, además de condicionado a una mejor o peor calidad de vida, claro está. Pero no se trata de poner ese límite natural ni, mucho menos, obsesionarse con él. Se trata de mantener esa ilusión y no rendirse a la inactividad o a la dejación intelectual y física. Se trata de mantener la autoestima y la capacidad de servirse útil para la sociedad y para uno mismo. No hay más que ver algunos de esos conocidos talentos del arte y la cultura, de la ciencia, de la música y el cine, en su aparente ocaso de la vida y aún siguen produciendo su obra para beneficio de la humanidad o de su propia satisfacción.
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Y es lo que decidí, hace tiempo; cargar con todo mi equipaje, maletas y bolsos llenos de ilusiones y sueños, para motivar y hacer más placentero ese último viaje que aún me queda. (Foto de un viaje a Haro en julio de 2011) |
La cuestión primordial que, al menos en mi caso, yo me planteo, no es buscar utilidad alguna ya para nadie, y menos para una actividad laboral, sin que por ello subestime mis aptitudes. Sin embargo, es mi reconocimiento y mi estima, como para entender que sigo siendo útil para mi propia vida y dentro del marco de mi dignidad. Se trata de alimentar la mente con esa utilidad y se trata de encontrar cada día una motivación para poner ilusión en esa jornada y, muy especialmente, en el mañana.
Aunque no todo es actividad para mantener ocupada la mente. También deberíamos tener ocupado el corazón. Nunca deberíamos dejar atrás la ilusión por los sentimientos hacia quienes nos rodean, especialmente con la persona que tenemos más cerca, si es que permanece con nosotros, la que nos ha de acompañar en ese último tramo del viaje de nuestra vida. Y... no lo olvidemos; siempre deberemos mantener esa ventana abierta que nos ha de refrescar el escenario de nuestros eternos sueños, aquellos que mantendrán la lozanía de su argumento.
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Me la encontré en Oviedo, se llamaba Ana, pero era conocida por "la Regenta". Ambos hablamos sobre la hipocresía de un mundo cercano a nosotros, de la que ella había sido víctima, de la intolerancia de la ideas y los principios que ella y yo compartíamos. Nuestro encuentro fue tan gratificante y provechoso que no dudé en "enmarcar" las escenas de un diálogo tan "sugerente" (Viaje a Oviedo en julio 2013) |
Por eso, pienso que en el terreno afectivo, es condición imprescindible estar motivado sentimentalmente con quienes compartimos parte de esa vida, y no solo con quienes convivimos. Y para ello, es posible que tengamos que desprendernos de nuestros más apegados intereses, del egoísmo que nos ciega, pero también de los resentimientos, e incluso del orgullo que nos esclaviza. En definitiva, tener una actitud más generosa y vivir para los demás. Fue Montaigne quien dijo "Quien no vive de algún modo para los demás, tampoco vive para si mismo". Incluso Albert Einstein llegó a decir "Solamente una vida dedicada a los demás merece ser vivida". Tampoco nos olvidemos de dejar atrás la envidia, aunque nos quedemos con la envidia sana. Y es que todo esto es importante, también como requisito imprescindible, para conseguir nuestra propia reconciliación, pero sobre todo para lograr una complaciente y placentera etapa dorada, en esos años tan inciertos o temidos para muchos de nosotros.
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Anita y yo, en la complicidad de aquel encuentro tan franco y espontáneo, defendimos nuestras ilusiones y nuestros sueños y coincidimos en que no pueden faltar en esa etapa tan definitiva y dorada de nuestra vida. |
No solamente me conformo con haber hecho esta reflexión, para sacar conclusiones metafísicas o elucubrar sobre lo que más conviene a la mente y al espíritu en estas latitudes de la vida, sino que yo voy más allá; porque incluso pretendo, con mi trabajo reflexivo, el propósito de hacer un ejercicio analítico de mis posibilidades y de mi actividad residual, como una revisión diaria, como un repaso periódico y regular, para no perder mi propias motivaciones. Quizá, en último término, y en ese mismo ejercicio de conclusión filosófica, estoy buscando también la esencia de ese momento de abstracción tan imprescindible, tanto como la respuesta para no perderme en el temor y en el pánico del final en ese viaje, tan cierto e irremediable. Quizá, parte de esa respuesta está en la intensidad de la vida de esos últimos años, porque como dijo Abraham Lincoln, "Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años".
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(La fotógrafa me chafó la foto y cortó el busto de Agatha, aunque no importa porque hice una chapuza). Lo cierto es que me la encontré en Puerto de la Cruz, en mi viaje allá en junio de 2015, y ella me aclaró que "la esencia de la vida es ir hacia adelante, que la vida es una calle de sentido único". |
Decía Horacio que "El tiempo saca a la luz todo lo que está oculto y encubre y esconde lo que ahora brilla con el más grande esplendor". Por tanto, se me ocurre que una buena forma de ilustrar ahora ese argumento de motivaciones es buscarlo en los momentos más significativos de la vida; tal vez, en la sugerencia de... aquel instante. Oscar Wilde decía "A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante".
La novelista inglesa Agatha Christie decía "Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante; pues la vida, en realidad, es una calle de sentido único". Sin embargo, y aunque el "visor de antigüedades" no sirve para cambiar, ni el pasado, ni el motor que mueve el presente, nos ayuda siempre a reflexionar y buscar esa motivación de vida que nos hace mantener nuestra ilusión. Pues decía el filósofo danés Sören Aabye Kierkegaard: "La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante". Incluso... yo diría que, a veces, habría que vivir algunos momentos como si fueran parte de una leyenda. El propio Séneca decía "La vida es como una leyenda: no importa que sea larga, sino que esté bien narrada". Por cierto, que Agatha Christie entendía muy bien del tema de narrar.
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Me impresionó uno de aquellos mis primeros "mudos amigos", los que encontré en el viaje de Haro, allá en julio de 2011. Se trataba de "el botellero y encorchador"; el que me explicó que las cosas buenas de la vida, como el vino, hay que guardarlos bien, y taparlas para que no se pierdan, como se hace con el vino. (De la foto, aproveché parte de mi para mi perfil en las redes sociales) |
Así pues, he querido reunir un catálogo de planteamientos y mensajes para hacer un recorrido a algunas de mis sentencias reflexivas, envueltas en colores de azul (el color de la ilusión), para intercalarlas junto con subtextos al pie y bajo las imágenes en las que me dejé fotografiar con *aquellos de mis mejores amigos, eso sí, mudos y petrificados; los que encontré en mis últimos viajes. Y eso es lo que aparece en estas escenas que ilustran mi trabajo reflexivo. Eso sí, son escenas figurativas que representan quizá otra realidad de la que vemos en la fotografía. Y es que, como decía Alejandro Dumas, "La vida es fascinante, solo hay que mirarla a través de las gafas correctas"; aunque, tal vez, sus cristales no deberían ser demasiado claros y transparentes, sino algo coloreados, ¿tal vez, color ilusión o... fantasía?, y eso sí, algo difuminados para ver esa realidad algo más... fascinante.
Quizás, esa otra realidad está "encantada" con la sugerencia de los recuerdos; pues decía Gabriel García Márquez: "La vida no es lo que uno vivió, sino lo que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla". Porque... todos sabemos de esa nostalgia que se desprende de los mayores, cuando contamos nuestros mejores momentos o nuestras "hazañas", que todo lo envolvemos con adornos, empalagos y excesos. Por algo es nuestra "etapa dorada", esa que embellecemos irremediablemente con nuestros recuerdos. Aunque, eso sí, la acortamos cuando la hacemos más dulce; pues ya lo dijo Ramón de Campoamor: "La vida es dulce o amarga, es corta o larga, ¿qué importa? el que la goza la halla corta, y el que la sufre la halla larga".
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También hallé el mensaje de la música que mi amigo de viajes encantados, entre vinos y leyendas, de la magia de su trompa, al calor de su brazo y de su charla silenciosa, por fortuna me encontré. (Foto con otro de mis amigos de Haro en 2011) |
Cantaba el poeta-cantor, Joan Manuel Serrat, "De vez en cuando la vida toma conmigo café / y está tan bonita que da gusto verla. / Se suelta el pelo y me invita / a salir con ella a escena. / De vez en cuando la vida afina con el pincel / se nos eriza la piel y faltan palabras / para nombrar lo que ofrece / a los que saben usarla".
Y eso es -pienso yo, y es mi guiño a este amigo Manuel- lo que es la vida, que "me invita, a compartir con ella su maravilla, su leyenda, su sonrisa, y de sus penas, su porqué; me invita a viajar de día, en su tranvía, sus colores y el aliento de su brisa, y de noche, en sus calles tenebrosas, su desliz y su revés". Luego, siguiendo la sugerencia de mi mensaje, yo mismo me decía: "A veces, los recuerdos me acompañan con su música, las canciones de su historia, que me traen sus libretos, sus amores, que la vida me improvisa; y que luego, esa música, me traslada a lugares encantados, que aparecen dibujados en la escena de un vergel".
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La lechera me habló sobre la cautela y precauciones que debemos tomar para no excedernos en nuestras ilusiones, las que pueden hacernos ver un mundo de colores irreales y destellos engañosos. Si no vemos la verdad, un día todo ese mundo se desmoronará, como le ocurrió a la lechera de la fábula, cuando tropezó y cayó, vertiendo la leche que llevaba. (Foto del viaje a Orense en julio de 2014) |
Y así, de mis viajes por la vida, de mis escalas y paradas para complacerme en sus instantes. pero también de mis visiones, las que mostraron la indecencia, la mentira y el desencanto de esa vida, obtuve la concisión de mis reflexiones, más o menos como ahora quiero expresarlas:
De los colores de este mundo pútrido, pero maravilloso, y del universo que habita en los confines de nuestra imaginación, no pude por menos pensar así: "El color del mundo no es exactamente como lo vemos, pues a veces lo enmascara nuestra propia tolerancia y la bondad innata de nuestro corazón, y -por ello- no vemos la capa de mugre que cubre el auténtico tono o su engañoso brillo, el verdadero; como tampoco vemos ese matriz pútrido que degenera y confunde el que queremos ver, el que nos enseña o nos proyecta, como una ilusión, la verdad inexistente".
Después, concluí: "La gente, todos nosotros, acostumbramos a ser sinceros, honrados y generosos, hasta que, sin ni siquiera saberlo, dejamos de ser así, porque incluso podemos volvernos retorcidos, envidiosos y falsos, pues por desgracia, es la consecuencia de nuestro condicionamiento humano".
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En mi encuentro con Pío Baroja, allá en Aranda de Duero en octubre de 2014, recordé la sabiduría de su cita: "Si quisieras hacer algo en la vida, no creas en la palabra imposible. Nada hay imposible para una voluntad enérgica". Cierto es lo difícil que es vencer siempre el imposible, pero los que, como yo, creemos en la energía de nuestra voluntad, haremos lo imposible por supervivir todos los años que podamos de nuestra "etapa dorada y jubilosa" |
Pío Baroja, el escritor donostiarra, mi paisano de nacimiento, dijo: "Aunque tengamos la evidencia de que hemos de vivir constantemente en la oscuridad y en las tinieblas, sin objeto y sin fin, hay que tener esperanza". Ya sé que es un ejercicio de adoptar y de mantener difícil, a veces casi imposible; pero la ilusión y la esperanza en el paso del tiempo, ahora en esta etapa dorada, es tan imprescindible como la brisa que debemos respirar cada día. Y aprovechando esta ocasión, me gustaría evocar aquellos versos que, como "aprendiz de poeta", escribí una vez:
"Si pudiera matar la arrogancia del tiempo...
me mostraría indiferente a su pasado,
a esos colores que impregnaron mi añoranza
y a los perfumes de recuerdos sonrojados.
Si pudiera matar la oscuridad del tiempo...
lo cegaría con la luz de la ilusión,
con el mensaje azul de mis pinturas,
hasta desvanecer su conspiración.
Mas... no puedo excusarme en mi desprecio
a la impiedad de su fatal y gris destino,
ni en mi desdén a ese tiempo inalterable.
Como en mi cuento, solo soy... su Campesino"
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A veces, "me alejo de la cruda y perversa realidad", hablando con mis personajes favoritos, esos amigos nobles y leales, siempre callados, quizá resignados, a los que suelo visitar en mis viajes, a veces a menudo, como éste, el "Celedón" de Vitoria, en mi viaje de 2007 y al que sorprendí (lo sé yo) con mi discurso al emular su subida al cielo, acabada las fiestas, con mi escapada a "mi universo". |
De mi reflexión sobre "mis ajustes del alma", medité así: "Cuando me oculto en el universo de la ilusión y en la magia de los sueños, el que puedo recrear con la pluma de la imaginación y el color azul de la fantasía, me puedo alejar de la cruda, despiadada y perversa realidad".
Siempre dije que "me debo a la discreta, pero legítima satisfacción que me produce la propia recreación del "subtexto" que escondo en mis frases o citas, y que provienen de la realidad de mis pensamientos, aunque a veces, tentado por la mentira que se oculta en alguna parte de mis sueños; y es por ello, por lo que dejo escapar ese mensaje que sugiero, tal vez... en esos cientos de imágenes que pongo entre todo cuanto escribo".
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Fue en la bella ciudad de Oviedo, también en julio de 2011, delante del teatro Campoamor. Allí encontré a mi amiga "la Esperanza". Caminaba con sus libros, despistada, y ahí coincidimos los dos. Me dijo que imaginación y fantasía son pinceles de ese "duende" que están en el corazón. Y así pude sonreír a mi Esperanza, y cogerla de su brazo. Ella piensa como yo. Nos hicimos muy amigos, prometiéndonos un cuento, ella puso su leyenda, yo el azul de mis ensueños. Siempre llevo un buen recuerdo: todo fue fascinación. |
Y de cuanto escribo, ahora que empecé a vivir "mi etapa dorada", la de estos últimos años, pienso que... "Unas veces, es mi propia dinámica de improvisación literaria, pero con la que busco todo el rigor de una conclusión filosófica o, simplemente, la consecuencia reflexiva. Otras, es la elucubración profunda, aunque quizá distorsionada por los colores de mi fantasía, la que me lleva a expresar la sentencia de esa frase que compongo".
¡La fantasía... ah, la fantasía! Esa luz tan fulgurante y cautivadora que nos hace volar hasta una jungla que está en el cielo. No importa, pues lo dijo así Hellen Keller: "¿Por qué contentarnos con vivir a rastras cuando sentimos el anhelo de volar?". Y he de confesar que cuando me dejo llevar por esa misteriosa fascinación que tanto provoca mi teatro imaginativo, suelo pensar que "Me encantaría vivir en una especie de jungla, una ciudad cálida y misteriosa, donde uno pudiera esconderse", porque... tal vez, así podría mostrar la realidad de... "esa aparente mentira que, en ocasiones, me envuelve, me aturde e incluso me pierde".
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Pues igual que él, "viviré cada día y cada instante, como si fuera el último, leeré mis libros y escribiré mis crónicas y mis pensamientos, y mis libretos musicales y mi discreta poesía, en el rincón de mi mágico club privado, con mi copa y mi café, jugaré con la ficción y la mentira, me escaparé al "universo de mis sueños", y al final, me quedaré con el fulgor y la claridad de la realidad. (El personaje de la foto de Robert Doisneau no es ninguno de mis amigos "estatuados", pero aunque de lejos, es mi cómplice) |
Sin embargo, hay un lugar mágico que tengo más cercano; yo le llamo el Café de París, suele aparecer en algunas de mis crónicas y libretos. Es ese rincón invisible en donde, en ocasiones, encuentro la inspiración para crear algunas de mis historias, de mis fantasías literarias, de mis divagaciones y conclusiones reflexivas, en definitiva, de... ¡tantas cosas de la vida, de sus enredos y entresijos! Pero... realmente, todo me lleva a pensar que "hay que intentar vivir cada día, como si fuera el más importante de nuestra ordinaria y extraordinaria vida, para disfrutar cada instante de ella".
Y siguiendo esos caminos literarios, en los que llevo ya tantos años ejerciendo mi oficio de "sabio de la vida que he vivido" y de "pensador de mis propias reflexiones", creo en esa tarea de confesarse ante uno y también a los demás; aunque una cuestión que hay que tener muy clara, es no sentirse nunca atado a prejuicios o convencionalismos, ni tampoco intimidado por esa clase rancia de algunos que nos rodean, que solo importa nuestra conciencia, pues ya lo dijo así Moliére: "Esforcémonos en vivir con decencia y dejemos a los murmuradores que digan lo que les plazca".
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Sin embargo, hay veces que la cortesía es la muestra mínima
de respeto y reconocimiento, incluso de sincero afecto, hacia
quienes se merecen este tributo. (En Hervás, julio de 2012)
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Por lo demás, he intentado ser consciente de la escenificación discreta y comedida de uno de los valores -a veces convertido en contravalor- que más ha sostenido la buena convivencia y que ha sido la cortesía. Pues, como ya dije en mi reflexión refiriéndome a lo contrario, "es la descortesía, la desconsideración y la grosería, lo que me ha vencido en ocasiones y me ha jugado malas pasadas".
La cuestión es que se dice que "la cortesía es eso que, cuando se percibe o se recibe, nadie sabe de los límites de su benevolencia o perversidad, de su supuesta sinceridad o hipocresía, de su honesta intención o cinismo". Porque, aunque la cortesía es una regla de vida que nos hace más fácil la convivencia y el entendimiento, también es un arma mediante la que camuflamos nuestra deshonestidad, nuestras aversiones y nuestros celos y rencores hacia los demás.
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Curiosamente, hay seres en el mundo que no entienden de cortesía, sin embargo hacen que la convivencia con ellos sea más plácida que la de algunos humanos. En aquel alto de Covadonga, el viaje del 2013, junto al lago y las vacas, y en aquel bar cerca de las nubes, conocí la paz y cortesía de un exquisito e inolvidable café. |
Y lo cierto es que "la cortesía puede ser una táctica para protegernos del abuso por el margen que pueda ofrecer nuestra propia cordialidad, como también puede ser un arte para mantener distantes a quienes se toman ciertas confianzas y libertades". Y no olvidemos, como terminé en aquel ensayo reflexivo, que esa táctica o ese arte, dicho de otro modo, "es una técnica o artimaña contra los invasores de nuestra intimidad".
No me gustaría dejar de reconocer, y de explicarles a quienes ahora cumplan su papel de curiosos y espontáneos lectores de mi ensayo literario, que, en contra de lo que algunos piensen, al menos yo, "no escribo porque me aburra, ni lo hago por lucimiento, ni por mi apetencia de interpretar. Escribo... pues me libero de mis rutinas, de los tabúes y los prejuicios de la sociedad, por escaparme de la mentira y también de la verdad, porque me encanta reunirme con el destello de mi soledad, y porque me alejo del desencanto que me depara la realidad".
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Del viaje a Cantabria en julio 2015, en la foto derecha, es el momento de mi grito al capitán Velarde, encaramado en su escultura, allí arriba, para pedirle que me explicara sobre el sentimiento de su heroicidad. También, en Santander, en la foto de la izquierda, en el Paseo de Pereda, junto a uno de los montañeses, en el monumento de José María Pereda. |
Pero... y antes de seguir, ahora que tengo más tiempo en mi "etapa dorada" como "pensador de la vida que viví", quería volver a ese contraste que existe entre la claridad y la oscuridad, cómo se vislumbra en el brillo y la belleza del mundo, en los seres humanos que lo pueblan, por un lado, y las tinieblas y la fealdad que lo envuelven, por otro. Y quería reflexionar sobre otro contraste entre valores y contravalores que caracteriza el condicionamiento humano.
Y es que... "desde hace años me ha obsesionado la injusticia que hay entre la suerte del ganador y la adversidad del perdedor". Aunque siempre recuerdo aquella cita de Henry Ford que decía: "El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez más inteligentemente". Así que, yo pienso que "El ser humano tiene la oportunidad de reflexionar, tras el fracaso de una derrota, del dolor de un desengaño o del daño de una infamia, para empezar otra vez más capaz y en mejores condiciones".
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No es el Apolo Belvedere, el ideal de la belleza; es "el pescador" del Puerto de Santa María, ese doncel también bello, que ahora deja las redes de pesca, para desafiar lo que languidece y se marchita, mostrando su aspecto lozano y hermoso. Rusty, a la izquierda, le recuerda que solo la ilusión perdura. A la derecha Rusy exhibe su gesto gozoso, después de conseguir un bello vinilo en un mercadillo cercano. |
Lo cierto es que, dentro de ese contraste de cualidades y de valores que ha movido la esencia del mundo, algo me atrajo siempre poderosamente a lo largo de mi vida: la belleza. Sin embargo, ha sido la belleza que está en el interior de las personas, la que mejor identificaba, o la que daba significado a las cosas, a una obra literaria, artística o musical, la que me atraía. Y en la belleza de las personas, pero en definitiva la que tanto nos fascina a todos cuando la vemos con nuestros ojos, es esa que percibimos a través de la ventana ocular del ser humano que tenemos delante, la que nos demuestra, cuando la encontramos, que perdura, incluso con el paso del tiempo, y que no se marchita, ni se desluce, ni envejece.
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Los colores hermosos que queremos descubrir están detrás del paño o el vaho que enturbia nuestros ojos, como el brillo y el color auténtico de ese auto, que están detrás de su polvo y suciedad. El mundo es maravilloso, aunque nuestros deseos
nos ciegan el corazón. Yo quería abriros la puerta de mi "coupé" para que vierais que este mundo no está tan tan deteriorado como su aspecto externo aparenta, sino como lo veremos dentro después, cuando abramos esa puerta de la magia y la ilusión. |
Solía decir, en mi reflexión sobre la belleza, que "La belleza de un rostro es frágil y se deteriora, pues su aspecto externo se consume o envejece. Sólo queda la belleza etérea de su ilusión, la que podremos ver siempre a través de la ventana de sus ojos". Y me tienta referirme a aquella cita con la que empapé una vez uno de mis cuentos y que decía "Seguiría viendo tu belleza, aunque estuviera a mil años luz de distancia; y si me quedara ciego, dentro de mi corazón la seguiría contemplando".
Pues de esa belleza, no solo de las personas, sino la que vemos o imaginamos del mundo que nos rodea, y de sus colores, dejando a un lado la tonalidad infecta que realmente esconde bajo su capa luminosa, fugaz e imaginaria, es de la que hemos de disfrutar, si la miramos con los ojos de la benevolencia. Porque, siendo así, pienso que lo mejor es "Luchar con abnegación y optimismo, disfrutando de los colores que vemos en ese mundo maravilloso, el que está ahí fuera, y de unos hermosos colores que quieren descubrirse y que están detrás del paño o el vaho que se pone, a veces, delante de nuestros ojos y de nuestro corazón".
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Es "la sirena de los mares"; está llamando con su caracola a los que sueñan y se dejan ver de cerca. Mas... cuidado con los sueños y su hechizo, sus sirenas, que de azules se nos visten, engañando su silueta, entre música y sus cantos, nos seduce su belleza, y el consuelo que nos brinda nos conforta nuestras penas. (Rusty junto al monumento de la sirena en el Cabo Mayo de Santander, en el viaje de julio de 2015) |
Y no quería dejar atrás esa belleza menos tangible y material, menos perceptible a los ojos con que miramos el aspecto real del mundo: la de la música. De ella dije una vez: "La música nos rodea, está en todos los colores del mundo y cada uno coge el color que más le gusta, la impregna con su mensaje, le pone la imaginación que sale de la fantasía del alma, a veces de su espíritu enamorado, sin olvidarse de añadirle un poco de poesía; y después... después solo le queda soñar con los sonidos y la esencia de la melodía".
Siguiendo con mi viaje reflexivo de cualidades y valores, de sus diferentes perspectivas, observadas con mi particular punto de vista o incluso con la objetividad que se merece, quiero quedar también aquí, al margen de la negatividad de esos aspectos cualitativos y de sus contravalores, otra parte de la identidad benévola, afable y generosa de nuestra condición de ser humano, pues es la autenticidad de esa dignidad humana, de su integridad y nobleza, la que realmente nos complace y nos gratifica anhelar en estos últimos años, más o puede que menos, de nuestra "etapa dorada".
Por tanto, antes de nada, recordar algunas de esas citas sabias que la literatura quedó ahí en su historia, para dejar ese lastre pesimista y negativo que el paso de la vida nos depara. Einstein dijo "El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad". García Lorca: "Desechad tristezas y melancolías, que la vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar". Y yo mismo añadí: "No perdamos la confianza en nosotros y, por lo menos, creamos en esa parte noble y decente que todos llevamos dentro".
Por cierto, en la imagen insertada, en la foto superior izquierda, le hago una réplica a Torrente Ballester (lo
encontré en el café Novelty, en Salamanca, en 2015), aludiendo así a su cita: "La peor soledad que hay es
darse cuenta de la gente es idiota"), pues le decía "¡no será pa tanto, compañero!". La siguiente, junto a Cánovas del Castillo, en un pasillo del Congreso. Las de debajo, Rusty presentando al "portero" del "Museo de la tortura", en Santillana del Mar, también en el viaje a Cantabria en 2015, comentando que aquí en ese museo habría que meter a toda la gentuza que nos está robando y arruinando la vida.
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"Existe una infinita pasión por la vida" y "hay un universo secreto en donde podemos descubrir o recuperar la paz y armonía, necesarias para nuestra reconciliación". Siempre encontraremos ese "cómplice" viajero que nos ofrecerá el viaje y equipaje para emprender el camino a ese destino. |
Empecemos pues, recordando a Federico Fellini, el célebre director de cine italiano, que decía "No hay un final, ni existe un principio; solamente existe una infinita pasión por la vida". Pero la vida carece de pasión si antes no ajustamos nuestra mente o nuestro espíritu para buscar nuestra propia reconciliación, esa a la que nos debemos en esta última etapa de la vida. Y entonces, yo mismo pensé: "Hay un universo secreto en donde, si encontramos la luz de nuestra inspiración, la que nos abre las puertas del alma y nos ofrece la magia del gran teatro de la imaginación, quizá podamos descubrir, recuperando así la paz y armonía, tan necesarias para nuestra reconciliación".
Por lo demás, nunca acabaremos de saber si la vida es solo su transcurso o se puede ahondar en el misterio de sus lapsus y penetrar en lo inexplorado de ella, para encontrar algo más con lo que, entonces, podamos disfrutar de lo que nos ofrece. Una amiga mía me confesaba que oyó decir a una gitana del "Mercado de Triana", allá en Sanlúcar, en donde reside, que "se viven varias vidas en cada vida"; quizá solo hay que buscarlas "en el misterio de sus lapsus y penetrar en su inexplorable dimensión". Y luego añadía que "los poetas escribidores le ponen las palabras bonitas". Tal vez, es la magia literaria con la que las descubren.
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Junto al "reloj astronómico" del Congreso de los
Diputados, en mi visita en agosto de 2015, el
ujier nos habló de cómo el mecanismo de ese
reloj controlaba rigurosamente el tiempo y
pensé en ese tiempo que ajusta... el instante.
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Ana María Matute, nuestra célebre y galardonada novelista, además de prestigiosa académica, dijo "El mundo hay que fabricarselo uno mismo, hay que crear peldaños que te suban, que te saquen del pozo. Hay que inventar la vida porque acaba siendo verdad". Y es que hay que ponerle al mundo imaginación, y hay que poner ánimo, confianza e ilusión a la vida, porque es fácil caer en el pozo al que nos lleva la adversidad y el infortunio, la desilusión y el desencanto. Que la mentira de la vida solo la creamos nosotros. Y que siempre habrá un recurso, en manos de nuestra voluntad, para exprimir de sus entresijos la esencia de lo más dorado y benévolo de su verdad.
Y hay algo más, en cuanto a esa dificultad que nos depara la propia adversidad, la que los acontecimientos que vivimos desplazan los objetivos de nuestro mejor destino, o que nos llevan a perdernos en la desdicha que a veces padecemos. A veces, no es cuestión de reencontrarnos, sino de volver a crear nuestro sello o identidad más consustancial. Pues decía George Bernard Shaw que "en la vida no se trata de encontrarse uno mismo, sino de crearse uno mismo". Es obvio que en la vida, durante nuestro largo o corto camino que el tiempo nos dedica, hay etapas en que nos vemos perdidos y que hay un momento, quizá por la trascendencia de algún suceso que acaece inesperadamente, en el que encontramos nuestra verdadera identidad y buscamos lo mejor de ella. Es entonces cuando podemos crear lo más valioso de nuestra condición humana y es, quizá, cuando encontraremos nuestra propia reconciliación.
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Cada mañana me asomo con ilusión a través de la ventana
mi "universo secreto" para contemplar, a través de mi
cristal difuminado, y de los ojos de nuestro pasado, el
horizonte que buscamos durante el día. Luego, cada
tarde, es mi café y mi copa, y la música que pongo, lo
que me inspira y me lleva a escribir en ese viejo portátil.
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No quiero buscar más motivaciones para dignificar la búsqueda de esa complacencia de mi etapa dorada y jubilosa, pues a lo largo de las reflexiones y del resto de los ensayos literarios, con que me retraté a lo largo de los años en este blog, pude identificar lo mejor e incluso lo peor de mi naturaleza humana.
Termino ya, tal y como terminé, hace ahora casi dos años, aquellas reflexiones sobre "mis ajustes del alma", que en parte las he plasmado. de forma más resumida, nuevamente aquí. Y termino reiterándome, una vez más, en esa filosofía que reconozco muy bien, desde que empecé escribiendo mis primeros apuntes de ensayo, y en los que siempre buscaba mis fuentes en la imaginación. Por eso, estoy convencido que "Escribiendo mis burdos versos con la pluma de aprendiz de poeta, imaginando mis empalagosos cuentos para darle fondo y argumento a mis libretos y dibujando mis trazos reflexivos en el borrador de mis crónicas de vida, y envolviendo todo con el mensaje de la música, supe que encontraría lo más auténtico y estimable, lo más sensible y espiritual, de mi condición de ser humano".
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El rebobinado escénico de la vida, a veces, es tan necesario, como el control emocional del presente. El "visor histórico" a veces nos recrea un escenario capaz de buscar y encontrar el temple reconciliador de nuestro espíritu. Ésta fue una escena feliz de mis "bodas de plata". De izquierda a derecha: Mi sobrina Alicia, la tía Enriqueta, mi hermana Mari Loli, Juani, Jorge, yo mismo, la tía Carichi, Angel Jr, mi cuñada Loli, mi sobrino Fernando y mi estimable hermano Pepe. |
Puede que esta conclusión reflexiva fuera parte de esa fórmula mágica para encontrar mi propia reconciliación, pero sin olvidar también que "es necesario templar nuestro espíritu reconciliador, buscando en los "ajustes del alma" un poco de afecto, de atención y entrega, y de lealtad y generosidad hacia los demás".
Hay muchas cosas, impresiones y sentimientos, defectos y valores, vicios y virtudes, todo lo que ha formado parte histórica de mi vida y que han sido inquietudes para reflexionar en mis diez años de dedicación al ensayo literario, el que ha cubierto tantas y tantas páginas de mi blog "Rusty Andecor". Pero solo quería dejar aquí, en la crónica de mi pensamiento y "a estas alturas", un esbozo representativo de todo lo que he escrito.
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El "visor de antigüedades" viaja aún más al pasado y se para en la escena de otro acontecimiento de la vida. Personajes muy decisivo para mí, de derecha a izquierda: mi padre, mi tía Carichi, Loli, Mari Loli que cubre a mi sobrino Carlos, que antes no aparecía, Juani que coge a Alicia, yo que llevo a hombros a Ángel Jr, mis sobrinos Raúl, Anabella y Blanca, mis suegros Juana y Julián, la tía Enriqueta y la Pili. |
Y finalmente, de... "un frenesí, una ilusión", quizá
"una sombra, una ficción", y todo un sueño, como decía Calderón de la Barca, o que
"la vida es un teatro, un sainete o una farsa, y es tan breve, con su marco en
su retrato", como dijo Rusty Andecor, llega el momento de recordar una reflexión
que hice recientemente en mi último artículo sobre “la música más hermosa del
mundo”, la obra literario-musical que ocupa ahora también parte de mi tiempo.
Pues en la introducción a esta citada crónica literaria y musical, que de forma espontánea y no pretendida, descubrió y caló la dimensión intimista de mi pluma, comenzaba diciendo:
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Aquí, el reloj del tiempo se para quizá en un instante histórico, en el más antiguo del que me queda algo de consciencia. Tenía 8 años; una foto escolar cuando estaba a punto de ingresar en el Bachillerato. El gesto del lápiz y el papel quizá solo era meramente escénico. O quizá, en aquella cohibida y entornada mirada, había ya esperanza e ilusión por la vida. Era... Rusty |
“Durante nuestra vida,
hacemos un corto o largo viaje a un destino…
quizá desconocido.
Jóvenes y
adultos,
sin equipaje o con él,
esperanzados, o con las ilusiones perdidas.
Pero cuando pensamos que nuestro viaje ya termina,
echamos de menos todo lo que
quedamos atrás:
los recuerdos, las personas que no queremos perder,
el mundo
material que tanto nos gratifica.
Y también algo, muy especial, que va unido
a nuestros recuerdos;
algo que desearíamos llevar
en nuestro equipaje de mano,
y con lo que nos hemos de envolver y perfumar;
algo que luego hemos de guardar,
con mimo y con cuidado, en el corazón.
Son... los sueños"
Ángel González "Rusty Andecor"