Siempre hay un momento en el ser humano, una vez superada la plenitud de la vida, en que reflexionas lo que el tiempo te está dando para no olvidar lo que mañana aún puede darte |
Un día leí que Robert Browing dijo "El que escucha música siente que su soledad,. Fue cuando me di cuenta, después de percibir la recompensa por admirar los hermosos colores del mundo, la sinfonía de la vida de cada día y el maravilloso descubrimiento de la imaginación, que "hay un universo, más allá de nuestros espacios convencionales, en el que necesitamos guarecernos, a veces, de las inclemencias de la incomprensión y del desencanto, y de la soledad más gélida. Y yo creo que ese ese universo está en la luz de nuestra inspiración, la que nos abre las puertas del alma y nos ofrece el gran teatro de la imaginación. Y creo que esa dimensión debe estar llena de música, con sus aromas y colores. Y que esa música es la que debe fundirse en nuestros sentimientos, en nuestros recuerdos, en nuestras ilusiones, esa que llevamos allí, en donde encontramos la paz, para buscar nuestra propia reconciliación. Y yo creo que esa música nos debe acompañar siempre".
Lo cierto es que es difícil convivir con un clima de paz y de armonía en una dimensión que parece solo estar en nuestra ilusión. Es difícil, porque no siempre el mundo nos ofrece ese clima o porque la vida no suele regalarnos con frecuencia ese estado de reconciliación al que aspiramos. Sin embargo, es preciso crear nuestro pequeño mundo, en el que podamos dar cabida a cualquier cosa, ocupación o trivialidad, o incluso a un estado contemplativo, que nos reconforte, nos reanime y nos alimente el espíritu y la cordialidad con quienes nos rodean. Son "los ajustes del alma", cuando el confort de nuestro mundo es insuficiente o el encanto de la vida que tenemos no es el que deseáramos, los que deberíamos establecer o adaptar, o puede que incluso imaginar. Porque... "es la mente la que embellece o distorsiona en muchas ocasiones la satisfacción o insatisfacción de la vida".
Una de mis citas favoritas, aquella de Hellen Keller, una que decía: "Existen maravillas en todo, aún en la oscuridad y en el silencio, y la felicidad esta, a veces, en cualquier estado en que uno se encuentre". Y ella me recuerda que, en ocasiones, "la felicidad es mejor imaginarla que tenerla". Lo que me recuerda a aquella secuencia de la película "En busca de la felicidad", cuando Chris, sin medios ni recursos, vende su escáner para poder supervivir con su pequeño hijo, y en vez de ir aquella noche a la casa de acogida se van a dormir a un hotel, pues. como Chris decía, "se puede ser feliz por un instante, porque en un instante se goza una ilusión". O cuando, en el mismo film, el padre le hace creer a su hijo , como en un cuento, que les persiguen dinosaurios y tienen que esconderse en una cueva, que es en realidad un oscuro y desvencijado baño. Lo cierto es que allí, los dos encuentran un poco de paz y tranquilidad, porque al final, como decía Marco Aurelio, "se necesita muy poco para tener una vida feliz, pues todo está dentro de ti mismo y en tu manera de pensar".
De todas maneras, con el tiempo y una vez que has encontrado ese "universo secreto", en"el peor arrepentimiento que podemos tener no es por las cosas equivocadas que hicimos, sino por las cosas correctas que hicimos por las personas equivocadas". Y es que una vez dije que "uno de los placeres más gratos es confiar en nuestros amigos y conseguir que ellos confíen también en nosotros, que para ganar su estima y respeto, no debemos dudar en emplear nuestra lealtad y generosidad". Para concluir, después que el condicionamiento humano nos demuestra que hay una parte cruel e ingrata en esas relaciones que pretenden ser honestas, debemos saber que no siempre resulta gratificante encontrar la deslealtad o la traición en el ser humano, pues el envanecimiento y la envidia de unos y otros, las miserias y ruindades, y en definitiva, el egoísmo, ensucian y corrompen nuestras honestas intenciones y nuestro desinteresado comportamiento.
Ésta es la evidencia de nuestras relaciones, lo que hay, porque así somos, pero ni "hacer como hacen", ni utilizar "el no hacer aprecio como el mejor desprecio", ni asumir que "somos arrieros y en el camino nos encontraremos", nos va a devolver la dicha de nuestra reconciliación; y ninguna actitud que tomemos, ni como represalia, ni como intento de recuperar una supuesta dignidad perdida, nos va a reconfortar en nuestro dolor o desencanto. Es nuestro proceder pacífico hacia quien pretende alterar nuestro buen juicio y mesura, nuestra actitud, si no ya generosa, al menos libre de resentimiento, la que debe mostrarse hacia el que nos engañó, nos despreció o nos desacreditó, porque el actuar de otra manera no nos va a devolver, ni la armonía de nuestro espíritu, ni el respeto de nuestra dignidad.
Todo es difícil, ya lo sabemos. A algunos como yo y otros que conozco nos tacharán de ilusos, ingenuos o visionarios. Pero... ¿vale la perfidia para combatir la ruindad? ¿o la puñalada para vengarse de la traición? ¿o el desprecio par desquitarse del olvido? Pues yo creo que no; tengo la prueba, la evidencia, por ahí por la familia, en amigos... Y si no somos capaces de buscar esa paz y armonía, tenemos para ello la bondad de nuestros sentimientos, que deberá prevalecer sobre las miserias del rencor y del resentimiento. Y tenemos la mente y todo un escenario de
En fin; se trataba de poner orden, una relativa concordia y una mínima satisfacción o placer en la ocupación o "desocupación" del resto del tiempo, en su transcurso, de adecuar nuestro juego mental para dirigir ese orden y su armonía, y de utilizar los "ajustes del alma" para sentirnos suficientemente reconfortados y gratificados.
Con el tiempo todo se va y desfallece y hasta la imagen que adoramos se desvanece. Sólo la luz de un recuerdo, en aquella escena tan lejana, su brillo la enaltece. |
Y con el tiempo me di cuenta que sólo hace falta matar la arrogancia de su implacable reloj y reducir la incertidumbre de la duración del tiempo, del resto que nos queda; y ello con la indiferencia que nos ofrece una luz del color de la ilusión que hemos de llevar dentro y con la seguridad y firmeza de nuestra mejor entrega a esa actividad reflexiva, a veces contemplativa, que nos ha de hacer más adecuados en nuestra etapa de
Busco una reconciliación en mi mente. Tengo mi música, lo que leo y lo que escribo, lo que imagino y... lo que sueño. |
En definitiva; trataba de buscar una reconciliación en mi mente, en mi espíritu, en mi disposición hacia quienes conozco y trato. Pero me he dado cuenta de que lo más importante, como dijo mi amigo Juan, es conseguir reconciliarme conmigo mismo. Espero aún tener mucho tiempo para hacerlo, pero pienso que es mejor intentarlo hoy, mañana o en los próximos días. Ahora mismo, dispongo de lo que leo, de lo que escribo, de las imágenes que contemplo, de la gente con la que hablo, de lo que imagino y de lo que sueño, pero, muy especialmente, de la música que escucho.
La reconciliación, dice el Diccionario, es "el restablecimiento de la concordia y la amistad entre varias partes enemistadas". Supongo que es una definición correcta, no sólo porque es la de la R.A.E., sino porque entendemos que es su esencia; pero para mí, se queda coja, porque la reconciliación debe empezar, como estamos precisando desde el principio, con uno mismo, desde uno mismo y para uno mismo. No hay restablecimiento de concordia y amistad con quienes hubo discordia o enemistad, si no hay voluntad de buscar la paz interior.
Aquella imagen, "la niña del vestido del blanco", supe que era mi esperanza, mi ilusión y, tal vez, con ella, encontré mi reconciliación. |
Encontré en mi imaginación "la niña del vestido blanco", la dibujé en un cuento, aunque quizá no supe describir su rostro, o apenas pude verlo, le puse música y también una canción, la escondí como un secreto oculto; luego quise descubrirla, pues supe que la niña... sólo era mi esperanza, mi ilusión, y con ella, encontré..., después..., mi reconciliación.
Fue en mi libro "El viejo mago y la niña del vestido blanco", precisamente en él, en donde ensayé "los colores de mi destello" y en donde descubrí, al final, la identidad de "la niña". Fue en ese libro y en el mensaje de mis primeras líneas en donde supe que era la magia de "los azules" de mi imaginación en donde estaba el secreto. Hay una frase con la que inicio mi libro y con la que defino mi forma caprichosa de escribir: "Me gusta escribir en azules, porque son los colores de mis trucos mágicos, pues con ellos puedo convertir mis sueños en mis cuentos".
Hay una filosofía que admití ya hace tiempo y que define mi forma de pensar y de imaginar cuando escribo y cuando dejo libre mi pensamiento: "Siempre supe que escribiendo con mi pluma de "aprendiz de poeta", dibujando mis burdos versos e imaginando mis empalagosos cuentos, sabría reconciliar el alma. Siempre supe que buscando "la música más hermosa del mundo" y entendiendo su mensaje, sabría reconciliar el corazón".
Y nada mejor, como conclusión, para este pequeño ensayo y su reflexión, que un pequeño, pero merecido homenaje a esa figura universal de las Letras Hispanas, Gabriel García Márquez, fallecido hoy, y cuya pérdida tanto lamentamos. Es el mensaje de una de sus frases más conocida y con la que he puesto título a este trabajo que acabo de publicar: "Un minuto de reconciliación tiene más mérito que toda una vida de amistad". ("Cien años de soledad").
Por cierto y recordando aquella cita de Khalil Gibran, que decía "Los hombres que no perdonan a las mujeres sus pequeños defectos jamás disfrutarán de sus grandes virtudes", se me ocurre pensar que "el ser humano que no perdona las equivocaciones de los demás, jamás conocerá el placer de su agradecimiento, ni podrá encontrar su propia reconciliación".
Ángel González "Rusty Andecor".