porque más triste que las sonrisa triste
es la tristeza de no saber sonreír”
(Charles Chaplin)
“Prívame de la ilusión
del rubor de una mirada,
de la elocuencia de un silencio,
de la promesa de una cita
y de la esperanza de un encuentro.
Prívame de la música de un suspiro,
del perfume de un abrazo,
de la caricia de un beso,
pero no me prives de ver tu sonrisa,
en ese instante que yo quiero.
(Rusty Andecor)
“Hay cosas en la vida que te pueden haber hecho sufrir,
otras enfadar y algunas llorar,
pero cuando estés en el peor de los momentos
no te quejes y… sílbale a la vida,
porque así, todo te ayudará
Si la vida crees que te falla y te engaña,
Porque hay algo que quizás has olvidado,
y es que debes reír, sonreír, bailar y cantar”
(Art Garfunkel, de su canción
“Nadie podrá conseguir fascinar
si no lleva en sus labios y en sus ojos
la sonrisa sincera del corazón”
(Rusty Andecor)
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Tal vez, en ese “guiño de complicidad” que tuve, cuando dediqué mis reflexiones a “mis amigos con alma sensible”, aparecía una sonrisa para cada momento, para el sabor de cada grato sentir o para el sinsabor de cada “sinvivir”. Pues sabemos que hay sonrisas con perfume de amistad y también de generosidad, que hay sonrisas de aburrimiento, algunas, tras la sombra de la soledad y, peor aún, con sabor a desencanto. Pero siempre queda la mejor de las sonrisas: la de la felicidad y la que lleva el color de la lealtad.
Sin embargo, Gabriela Mistral decía “hay sonrisas que no son de felicidad, sino de un modo de llorar con bondad”. Shakespeare, por su parte, dijo “hay sonrisas que hieren como puñales”. Y citas, como ”aquel cuya sonrisa le embellece es bueno y aquel cuya sonrisa le desfigura es malo”, o “es mejor olvidarse y sonreír que recordar y entristecerse”, de la poetisa Cristina Rossetti, o ”Conviene reír sin esperar a ser dichoso, no vaya a ser que la muerte nos sorprenda sin haber reído”, de Jean de la Bruyère. Todas ellas, con su elocuencia, para enriquecer todo el universo de nuestra vida.
Más allá de la sonrisa, la risa es una forma de expresar emociones o reaccionar ante determinadas situaciones repentinas e inesperadas. De ella se dice que es una conducta que favorece la confianza y la comunicación entre las personas, pues “La risa es la distancia más corta entre dos personas”, decía el pianista Vìctor Borge; que libera la energía negativa de nuestra mente, que tiene capacidad de aliviar el dolor, incluso el del corazón, y que favorece el equilibrio vital; así, nos ilustra Curzio Malaparte ”Cada vez que un hombre ríe, añade un par de días a su vida”.
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Y aunque no hay mejor remedio terapéutico que el ejercicio de la carcajada para poner en marcha 400 músculos faciales, el yogui y gurú hindú Swami Sivananda nos recuerda que “Son necesarios cuarenta músculos para arrugar una frente, pero sólo quince para sonreír”. Esto nos hace comprender lo sencillo que es producir una sonrisa.
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No es momento para disertar sobre las propiedades de la risa, que son innumerables, y que, además, entre las de despejar la nariz y los oídos, ayudar a oxigenar la piel, facilitando la entrada del aire en los pulmones, tiene su “efecto masaje” de tipo digestivo, ayudando a eliminar ácidos grasos y toxinas, cuando, al reír se produce el movimiento del diafragma; además de tener un efecto analgésico tonificante y antiarrugante, ya que estira y estimula los músculos. Por otra parte, está probado que al aumentar la adrenalina se produce una capacidad de reanimación, reduciendo y eliminando el estrés, y que al favorecer el movimiento del diafragma fortaleciendo los pulmones y el corazón, previene el infarto.
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Pero recordemos de la sonrisa que -decía Tomás de Iriarte- “la sonrisa es el idioma universal de los hombres inteligentes”, que “La sonrisa es una verdadera fuerza vital, la única capaz de mover lo inconmovible”, decía el escritor inglés Orison Swett Marden. Y son los efectos psicológicos de la risa, sin olvidar los de la propia sonrisa, los que influyen en el acercamiento y en la mejora de las relaciones sociales, para que éstas sean más fluidas y más entrañables, concatenando su contagio y evitando a veces las situaciones más incomodas. Además, no hay poder más persuasorio que la sonrisa, en situaciones en que son las emociones las que influyen; pues decía William Shakesperare “Es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada”.
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El comediante estadounidense W.C. Fields decía “Empieza cada día con una sonrisa y mantenla todo el día”, añadiendo el moralista francés Nicolas de Chamfort “El día más irremediablemente perdido es aquel en que uno no se ríe”. Y yo pienso que “la sonrisa es el bálsamo que te reconforta del cansancio de la rutina, del mal sabor del egoísmo humano, de la simpleza que hay en la hueca frivolidad de muchos que te rodean y de la ingratitud de tus amigos, aquellos a los que has regalado tu generosidad”.
A veces, no nos damos cuenta que el maquillaje natural de la sonrisa es la imagen más radiante para identificar la belleza de quien la expresa, porque -decía Rusty- “a veces la belleza solo la encontramos cuando vemos una sonrisa franca y auténtica, sin fijarnos tanto en el aspecto físico”.
Como tampoco nos damos cuenta que “una sonrisa es cosa de un momento y sin embargo casi siempre perdura en la memoria”, que “dura un segundo, pero su recuerdo, a veces, nunca se borra”; y que, además -decía Frank Irving Fletcher- “la sonrisa enriquece a quien la recibe, sin empobrecer a quien la ofrece”.
Recordemos siempre que “Sonreír es querer soñar dentro del otro”, que decía la escritora cubana Bacardí de Argamasilla, o “si alguien está tan cansado que no pueda darte una sonrisa, dale la tuya”, que decía un proverbio chino; porque si tu amigo no quiere sonreírte y se muestra seco, agrio o enojado, seducirás su ánimo, complaciéndole con tu sonrisa. Y sobre todo, no olvidéis aquella cita: “Sonríe y no te escondas detrás de tu sonrisa; y muestra aquello que eres, pues existen personas que sueñan con tu sonrisa, como yo sueño con ella”
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Pero no podemos olvidar que la sonrisa que tiene un componente expresivo que emana desde nuestro propio estado anímico, de forma involuntaria, como una fuerza inevitable de manifestar nuestros sentimientos. A veces evitamos expresarnos sonriendo porque la dinámica de de ese condicionamiento de la vida, tan acelerado, tan falso y tan rodeado de prejuicios sociales, no nos facilita la sinceridad y naturalidad de una manifestación tan noble. Así que no olvidemos ese pensamiento que dice “la vida es un espejo, aprende a sonreírle y él te sonreirá a ti”, para darnos cuenta que la sonrisa ilumina los colores de nuestro propio ánimo, aunque éste no sea el más favorable para sonreír, pues “a veces, sonreír es la mejor forma de contribuir a cambiar ese mundo gris que nos acecha cada día”.
Por eso, quisiera deciros que hay una música maravillosa que interpreta ese mágico violín, que es nuestro corazón. Esa música, natural, sincera y generosa, es nuestra propia sonrisa; ella es la que nos hace gozar con sus notas y acordes, cada instante de su melodía; ella es la que nos ayuda a ser un poco más felices.
Pues la vida es como un poema sinfónico. Toda su música está repleta de lágrimas y risas, de suspiros y sonrisas, de aromas y colores, de sabores y de brisas. Unas y otras, son los movimientos de la sinfonía. Y no olvidemos que el color de sus acordes, el aroma de sus notas y el sabor de su tristeza o de su dulzura se difuminan si no están impregnados por la sonrisa.
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Y vi en aquella sonrisa…
la música de una mirada,
el perfume de un aliento,
el color de una esperanza,
el sabor dulce de un latido,
el beso de aquel alma
y el dibujo de un sueño.
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quizá extraño, inquietante
y turbio nos sonría
debemos sonreírle nosotros antes a él,
aunque lo veamos tan... tenebroso.
Si el mundo ve nuestra sonrisa…
podremos seducirle y seguro, seguro
que él nos sonreirá también”