Mis queridos “amigos con alma sensible”, amigos lejanos de Hispano-América y del resto de otros lugares distantes, que algunas veces me leen. Y amigos, también, más cercanos, aunque algunos extraños y difíciles, y otros más “cómplices” y frecuentes:
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“Existen muchos mundos diferentes,muchos soles diferentes;
aunque nosotros sólo tenemos un mundo
vivimos en mundos diferentes.
Y ahora que el sol se oculta en el infierno
y la luna está en lo alto,
dejad que me despida.
Todo hombre tiene que morir,
pero está escrito en la luz de las estrellas
y en todas las líneas de la mano
que estamos locos por hacer la guerra
a nuestros propios hermanos”
Porque… en un mundo tan complicado, en donde cada uno de nosotros nos encerramos en nuestro hermético “castillo de intereses” y en donde solo giramos alrededor de ese sol que sirve a nuestro beneficio, nos alejamos cada vez más de la complacencia de las relaciones humanas y del calor de la amistad. Por eso, cuando conseguimos que ese sol, que engrandece nuestra vanidad, acrecienta nuestra codicia y afianza nuestro egoísmo, quede lejos de nosotros para que la influencia benévola del resplandor de esa luna sea la que sonría nuestro destino, entonces es cuando nos damos cuenta que podemos ser un poco más felices. Porque rechazar la concordia de ese ejercicio generoso de acercamiento entre nosotros, para sumirse en la miseria de la incomprensión, de la intolerancia y de hacernos la guerra unos a otros, es esconderse en las tinieblas del caos de la comunicación humana y de la infelicidad”.
Luego, mi carta seguiría: “Este año, por las circunstancias en que me encuentro, pude entender ¡más que nunca! que cuando llegas al final de un camino y puedes ver la luz de ese otro sol, menos cegador pero más cálido y gratificante, que ha estado contigo, para acercarte a la esencia del corazón de tus amigos, tus compañeros y tus cómplices, es cuando te queda esa satisfacción de que puedes irte satisfecho y feliz al universo de tu tranquilidad y de tu descanso. Puede que se pierda ese calor humano que, aunque etéreo, se podía tocar y sentir, porque había una proximidad de entendimiento y de fidelidad. Pero no se pierde el calor auténtico que permanece con el recuerdo y con el afecto inquebrantable, que sabes que ha de permanecer siempre”.
El año pasado intentaba hacer un ejercicio de amistad, no solo con mis conocidos “amigos con alma sensible” sino con aquellos, cercanos o distantes, con los que apenas tenía oportunidad de ver o comunicarme. Este año, sin poder evitar que coincida con la proximidad de la Navidad , he de esforzarme porque ese ejercicio sea para no caer en el sentimentalismo que puede afectar mi entereza al tener que deciros… ¡adiós! El año pasado intentaba jugar con una despedida distante aún en el tiempo para anunciaros lo que este año ya iba a ser, quizá, inevitable. Parece que me quedará un recuerdo nostálgico cada vez que se acerquen estas fechas ¡qué cruel es la Navidad cuando percibimos la falta de la gente que queremos… precisamente esos días! Lo cierto es que me gustaría que fuera aquí, y en este momento, en donde quedaros un saludo, un abrazo y mi reconocimiento para todos vosotros, pues prefiero quedarme con el recuerdo de haberos visto la última vez en plena actividad laboral y en esa vorágine que tanto nos ha caracterizado, más que en ese otro momento tan patético que supone… una triste despedida”.
Después, les seguiría diciendo: “No importa que solo hayan sido diez, veinte o veinticinco años de relaciones esporádicas, breves, apresuradas y hasta extrañas, con vosotros, que con algunos fueron hasta más de treinta. Importa que hemos hecho muchas cosas juntos, y nos hemos esforzado y empeñado en poner toda la ilusión para hacer bien nuestro trabajo y cumplir con nuestro objetivo lo mejor que sabíamos, intentando salvar siempre nuestra dignidad y también nuestras diferencias. Importa que, aunque vosotros no lo hayáis valorado, yo he sentido que habéis sido mis amigos, como yo he deseado serlo para vosotros.
Pero sobre todo, importa que entendáis, ahora, ese mensaje que os quedé antes cuando hice mi reflexión sobre los versos de esa canción de Mark Knopfler. Y, además, importa que vosotros hagáis también vuestra propia reflexión”.
Más tarde, acabaría así: “Y para terminar, deciros que me duele no hacer extensivo este mensaje al resto de los compañeros, sabiendo que entre ellos hay mucha buena gente que conozco y aprecio. Sin embargo ya os dije un día que no quería caer en la inoportunidad y en el desatino de expresar mis emociones a aquellos de quienes no podía saber si mi mensaje era bien acogido. Por eso, uno de estos días os enviaré a vosotros y al resto de todos mis compañeros de “la casa” mi obra completa de mis “Versos para el atardecer”. Será como un desagravio y una forma de intentar compensar con ellos la falta de haberles hecho partícipes de mi modesta aportación y de la expresión de mi afecto.
Finalmente, para vosotros, ahora, mi último testimonio escrito y mi disco del adiós, deseando que lo disfrutéis. Aunque… para quedarme con mejor sabor de despedida y por si mi destino no me permite volver a tomarme un café o una cerveza con vosotros, he pensado obsequiaros con un recuerdo mío. No tiene importancia ni valor literario, pero teniendo en cuenta que lo escribí pensando en muchos de vosotros, al menos a más de uno le gustará tenerlo. Se trata de mi modesta obra “Mis reflexiones y cartas a mis amigos con alma sensible”, que os enviaré en un pdf por este mismo correo electrónico a todos vosotros, uno de estos días, quizá …cuando llegue el momento.
Solo me queda ya expresaros mi agradecimiento… ¡por todo! y enviaros, naturalmente, un abrazo, una sonrisa y para quien lo entienda… un beso. Y también este pensamiento mío, que fue durante los últimos años uno de los secretos de mi felicidad.
"Ocultándome en ‘el universo de la ilusión y en la magia de los sueños’ que puedo recrear con la pluma de mi imaginación, conseguí alejarme de la cruda, despiadada y perversa realidad".
¡Os quiero!
Ángel González; para vosotros: Ángel"
Y éste fue el mensaje que les quedé en mi carta a esos amigos míos, un primero de diciembre, como solía hacer todos los años. Sé que éste es el último mensaje que les regalo; ellos saben porqué y todos los demás podréis imaginar que hay una razón que tiene que ver con ese “final de un camino” que te acerca al “universo de tu tranquilidad y de tu descanso” que ya no puedes ni debes compartir con quienes fueron tus amigos, compañeros y “cómplices colegas” de ese otro universo tan agitado, excitante y variopinto, cual fue el de tu actividad de trabajo.
Yo quería aprovechar este mensaje para haceros llegar, a todos los que puedan leer este espacio de mi blog, que hay una eterna Navidad en el corazón de los que sentimos el afecto sincero y la generosidad incondicional por nuestros semejantes, sin que importe que seamos o no familiares o amigos. Porque lo que únicamente importa es que nos sintamos hermanos y tratemos de reconfortarnos, buscando nuestra felicidad, unidos en un mismo mundo y no en mundos diferentes, refiriéndome a esos hermosos versos del genial Mark Knopfler.
Y no olvidéis que, aunque a veces tengamos nuestras dudas ¡el mundo nunca dejará de ser maravilloso!
¡Os deseo “la mejor Navidad del mundo”, porque todos os la merecéis!
Ángel González "Rusty Andecor"
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