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La soledad le acompaña siempre en la ilusión de su banco. Ahora, Sophie estaba muy lejos de un destino ligado a aquel lugar cuando soñaba con la vida, en su embeleso inagotable, sentada al borde de la fuente. Pero entonces... "tú comprendiste la triste verdad y deseaste desesperadamente volver a aquel parque, junto a aquella fuente y en aquel banco, para soñar con tu maravillosa juventud". |
“Hay destinos humanos
ligados con un lugar o con un paisaje. Allí en aquel jardín, sentado al borde
de una fuente, soñaste un día la vida como un embeleso inagotable. La amplitud
del cielo te acuciaba a la acción; el alentar de las flores, las hojas y las
aguas, a gozar sin remordimientos”.
“Más tarde habías de
comprender que ni la acción ni el goce podrías vivirlos con la perfección que
tenían en sus sueños al borde la fuente. Y el día que comprendiste esa triste
verdad, aunque estabas lejos y en tierra extraña, deseaste volver a aquel
jardín y sentarte de nuevo al borde la fuente, para soñar otra vez la juventud
pasada” (“Ocnos”, Luis Cernuda).
Quién le iba a decir al poeta Cernuda que en su poema “Jardín antiguo”, había descrito también
parte de la vida y del destino de aquella “viajera”
de un cuento que resultó ser real.
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Y recordaste aquella
escena, en colores sepia y en aquel
lugar, sentada en aquel banco del parque,
junto a la
fuente, mientras soñabas con tu esperanza y con la
ilusión de “tu
juventud pasada”. Sophie había dejado allí
una parte de ella y ahora deseaba
regresar para
recuperar aquel “encanto de su soledad”.
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Decía Amadeu de Prado,
personaje de la novela de “Tren de noche
a Lisboa”, de Pascal Mercier,
ahora llevada al cine: “Cuando abandonamos un sitio dejamos allí una parte de
nosotros. Nos quedamos allí aunque nos marchemos. Y hay cosas de nosotros que
sólo podemos recuperar si regresamos a ese sitio”.
“Viajamos a nosotros
mismos. Cuando vamos a un lugar donde hemos recorrido un tramo de nuestras
vidas, por muy breve que haya sido la estancia. Pero al viajar, nosotros mismos
nos tenemos que enfrentar a nuestra propia soledad ¿y no es así que todo lo que
hacemos es por miedo a la soledad? ¿Es por eso que renunciamos a todas las
cosas de las que nos arrepentiremos al final de nuestras vidas?
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Los secretos de la soledad no sólo están en el olvido de quienes se ausentaron y no están ya en ese banco que te acompañó en tu viaje, sino en el abandono de las escenas que "rodaron" la película de tu vida y que no fuiste capaz de recuperar o de retener, cuando aún las tenías contigo. |
La respuesta de esta reflexión que hizo Pascal Mercier, a través del personaje de su libro, Amadeu de Prado,
está –precisamente- en los secretos de esa soledad, de su encanto o amargura,
pero de una dimensión que unas veces tememos y otras buscamos.
Esa dimensión del estado
del alma, más que de la falta de la compañía de del calor humano, no tiene
porqué ser el destino que buscamos cuando viajamos a nosotros mismos o cuando
volvemos al lugar que deseamos recuperar, ni porque renunciemos a lo que
temamos hacer.
Estoy convencido, porque
lo he sentido, que la soledad empieza cuando te rodea el silencio del corazón,
cuando los recuerdos, aquellos que deberían permanecer en el lugar al que
deseamos volver, te han abandonado; cuando sabes que has hecho un viaje a tu
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Siempre hay un recurso, un medio que nos ayude a recuperar una de las escenas que más echamos de menos ahora y que pueden mitigar nuestra soledad. Quizá encontremos allí, en aquel lugar, el violín que nos devuelva la música del corazón. |
pasado, o incluso a tu futuro, inútil, porque no has encontrado la compañía de
ese mundo interior que tú ibas buscando. Es entonces cuando empiezas a sufrir
el temor a la soledad y su amargura. En cambio, si con la ayuda de tus ajustes del alma, consigues recuperar las
imágenes, los colores y hasta los sonidos de aquellas escenas, gratificándote
los recuerdos que aún permanecían en tus sueños, entonces, tendrás la impresión
de sentir “los encantos de la soledad”.
Es cierto que la soledad
también se produce cuando nadie te sonríe desde el alma, cuando nadie te
transmite un mensaje afectivo de atención a tu vida. Es una soledad más próxima
a esa falta del calor
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La soledad no sólo está en la noche inmensa de la vida sino en el atardecer de nuestro largo viaje. La esperanza, para alejar el temor de la soledad, está en la luz que siempre aparece en el horizonte y en el reflejo de las aguas tranquilas que nos hacen ver que el mundo todavía es maravilloso. (Panorámica de Coria) |
humano del mundo, y nadie estamos ajenos a sentir la
frustración y el desencanto de esa soledad, cuando nos afecta. Sin embargo, nos
queda buscar un último refugio en la comprensión del ser humano que aún no
habíamos encontrado, quizá su sonrisa del alma y su mensaje interior te harán
sentir “los encantos de la soledad”.
Pero la soledad está también
en el tiempo del ocaso de la vida, en el momento más próximo o lejano al
crepúsculo de nuestro viaje. Pensamos en todos los años transcurridos y nos
parecen demasiados en comparación con los que creemos que nos quedan por vivir.
Pensamos, quizá, en lo poco que nos ha de quedar; incluso, a veces nos inquieta o nos aterra
que el tiempo se nos ha de acabar antes de lo previsto, sin que absolutamente
nada podamos hacer, en la fulminación de un
instante desafortunado. Y todo esto, si no
|
Cuando aparece la fatalidad o el ocaso en el viaje de la vida, no debemos dejarnos llevar por el abatimiento. Antes bien, deberíamos aferrarnos a esa rosa de la esperanza que alguien, que no nos había olvidado, nos la entregó para que no temiéramos jamás a la soledad. |
somos capaces de aceptarlo, nos
produce un temor que se traduce, unas veces en un pesimismo compulsivo, otras,
en soledad, en la soledad de un tiempo que se acorta en nuestras vidas. Quizá
es el momento en que deberíamos comprimir todo el millón de ilusiones y deseos
que anhelamos, dándoles el color más hermoso que podamos encontrar en nuestra
paleta de colores, para convertir esos años en los más intensos y reconfortantes.
Y éste es el mismo
ánimo, a veces conformidad y paciencia, y el mismo deseo de vivir, con el
entusiasmo y pasión que podamos conseguir, el que tenemos que lograr cuando
también pensamos en la desventura de la enfermedad, cuando sentimos que nos limita
o nos causa dolor, o nos inquieta y preocupa su mal porque nos acorte la vida.
Y es el empeño que tenemos que poner, para evitar el desaliento y la pérdida de
nuestro ánimo, buscando instantes de ilusión para evitar la tristeza y amargura de la soledad;
amargura o dolor que luego pueda incitarnos a la desesperación.
Vista así la soledad, en su dimensión tan dispar, cuando se pasa de su encanto a su amargor, deberíamos
considerar el significado de algunas citas literarias que ilustran ese
|
La soledad nos incita a pensar demasiado, y la oscuridad de la noche, o el engaño de una luz que nos deslumbra, nos puede llevar a sobrepasar el límite que separa nuestro mundo auténtico de la irrealidad. Son los ajustes del alma los que han de buscar el equilibrio emocional para evitar el abatimiento y el pánico de las tinieblas de la soledad. |
contrapunto, pero también su reflexión. Y si bien es cierto que, como decía Schopenhauer, "La soledad es la suerte de los espíritu
excelentes", no debemos
olvidar que "La soledad nos
incita a pensar demasiado, nos sugiere y nos tienta hasta extralimitar la
frontera de la imaginación. Y la soledad nos inquieta y nos desalienta cuando
no hay nada que compartir, conduciéndonos, a veces, al abatimiento, cuando no a
la desesperación”.
(Rusty Andecor)
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Cuando nos envuelve la soledad, deberíamos buscar "la antesala de la reflexión del alma", pero nunca debemos sentirnos atados al desencanto, sino libres para llegar a ese estado complaciente que se produce en la intimidad de nuestro retiro. |
Y si, como decía Gustavo
Adolfo Bécquer "La soledad es el
imperio de la conciencia", pensemos que "la
soledad es la antesala de la reflexión del alma y el mejor auditorio para
escuchar la música del corazón" (Rusty Andecor). Pues la soledad es la sensación entre el discurrir de esa
decepción y amargura que origina la incomprensión, el
distanciamiento y el egoísmo humano, y la complacencia o disfrute de la plenitud de ese
estado generoso que se produce en la intimidad de nuestro retiro.
Decía Henry Davidd
Thoreau “Jamás hallé compañero más sociable que la soledad”. Sin embargo,
cuando la soledad nos inquieta, nos oprime o nos desespera, lo mejor es
|
Hay momentos de la vida en que no hay nada mejor que sacar un billete y acercarse al andén para coger el tren de la esperanza. El equipaje... solo una maleta llena de lo más generoso que pueda aportar nuestro corazón y una mascota que represente la ilusión que más nos identifica. Será lo más valioso para llevar a quienes nos espera en nuestra estación de destino. |
abandonar
ese espacio sereno y apacible que antes nos cobijaba y gratificaba, y que ahora
nos perturba y desazona. Luego, deberíamos sacar un billete para coger el tren
de la esperanza. Y sólo necesitaremos llevar una maleta con todo lo más
generoso que pueda aportar nuestro corazón y una mascota que represente la
ilusión que más nos identifica, porque todo, y solo ello, será lo mejor que
podamos ofrecer al mundo que nos espera en nuestra estación de destino.
Revisemos ahora el concepto amplio y más común de la soledad.
Pues cuando en “Mi reflexión sobre la
soledad”, me refería a ella como “pesar y melancolía que se siente por la
ausencia, abandono o pérdida de alguna persona o cosa”, creo que me dejaba llevar
por el estado anímico y emotivo que, en parte, contribuye en la complacencia de
nuestra felicidad o en su desventura. Y en contradicción con su concepto más
literal y
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El ser humano, a veces, cuando percibe que vive en compañía de un mundo ajeno a ti, se ve empujado a cobijarse en otro universo en donde puede apoyarse en ese amigo que mejor le entiendo. |
explícito, me refería también a que “hay una soledad que se padece más cuanto más acompañado te encuentras,
aquella que se sufre cuando estamos inmersos en medio del calor humano”
Pensé que "La
soledad es un sentimiento que cada ser humano tiene alguna vez y que debe
vivirla en cada una de las etapas de su vida”. Reflexioné que, en ocasiones,
“La soledad es el mejor compañero del
alma, con quien mejor uno se siente, porque es como vivir en un gran espacio
donde siempre respiras un aire limpio”. Y lo cierto es que hay ocasiones en
que hemos pensado que la soledad es el único estado digno del ser humano.
Y no es “la
soledad de estar sólo”, la más terrible, ni siquiera la más escasa y necesitada
de “calor humano”. Para mí, es mucho más frustrante e insoportable la que se
percibe y se sufre viviendo en compañía de ese mundo ajeno a ti, que ni te
escucha ni te
|
Puede que, a veces, no sea necesario escaparse del mundo que te decepcionara o te hiciera insoportable la convivencia con él. Entonces, sólo haría falta un lugar relajado, pacífico, en donde encontrar ese bálsamo "milagroso" que pueda ofrecerte otro ser humano que esté dispuesto a ayudarte a superar tu conflicto y recuperar la confianza perdida. |
comprende, que solo muestra su frivolidad, su egoísmo y su
mentira. Por eso, a veces te ves empujado a cobijarte en la intimidad de ese
universo que mejor te entiende, y en el que encuentras el desahogo de tus
frustraciones y el bálsamo de tus desencantos; ese universo que luego se
convierte en tu cómplice y tu mejor amigo.
Precisamente, y en aquel
primer ensayo sobre la soledad, concluí con esta reflexión: “Frecuentemente, la soledad es
el mejor antídoto para evitar el embrutecimiento de los valores humanos y la
receta para no caer en el cinismo”; y pienso que es, también, “la
mejor terapia para madurar después de un malogro, desventura, frustración o
error cometido”. Pero, además, añadí que, a veces… ”es como un bálsamo milagroso que,
tomado bajo una dosis pautada, puede hacerte recuperar la dignidad degradada o
perdida”.
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Años después, José Luis se fue, no volví a saber de él. Desde entonces me quedé sólo en la barra del bar, pero encontré el encanto de la soledad en la inspiración que me ofrecía la imaginación y la compañía de mi taza de café. Hace dos años, recordaba aquella viejas escenas en ese otro bar-café de los lagos de los Picos de Europa |
Hay una anécdota sobre
una experiencia vivida que tuve hace ya muchos años y que ilustra, de alguna
forma, la conclusión reflexiva y a la que me refería anteriormente. Recuerdo alguien
que conocí entonces, que solía tomar su amarga soledad, al parecer, en una taza
de café, junto a otra que pedía y mantenía siempre próxima a la suya.
Acostumbraba a tomar aquel café en el mismo Café-bar en que yo lo hacía, junto
al lugar de mi trabajo y, también, al suyo. Cada día, sobre las 9 de la mañana,
lo veía en un extremo de la barra del bar; solo él con sus dos cafés, primero
tomaba uno y luego, contemplaba la taza y tomaba el otro. El camarero no lo
entendía, porque aquella persona pedía siempre los dos cafés al mismo tiempo.
Mucho después, yo pude ya entenderlo. José Luis Clari, que así se llamaba
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Pienso que no se puede "tomar la amarga soledad" en una taza de café en completa soledad. Pues se puede tomar ese café junto a los recuerdos que llevamos dentro, endulzándolo con "los encantos de la soledad", como un azucarillo. Porque debemos dar ocasión a la esperanza que quizá nos ofrece ese ser humano que puede acompañarnos, también, con una taza de café junto al nuestro. (Es una escena en el "Cafe de Flore") |
fue
después uno de mis mejores amigos. Un día coincidimos en el mismo lugar de la
barra del Café, comenzamos a hablar y me explicó cuál era el significado de
aquel otro café. Y entonces, desde que yo empecé a acompañarle cada mañana, no
tuvo ya ocasión de pedir aquel café solitario. Y lo cierto es que el camarero,
a partir de ese día, nos serviría los dos cafés, uno para él y otro para mí.
Recuerdo, también, a otra persona que conocí, aún hace más tiempo,
y que solía hacer algo parecido con sus cafés. En realidad no era exactamente
lo mismo, ya que, según me dijo alguna vez, se adelantaba a que llegara el
amigo que esperaba y pedía ya su taza. Al final, sé que se quedó sola con su
café, porque aquel amigo no llegó nunca. Supe después que,
durante mucho tiempo,
“los encantos de su soledad” le
acompañaban en aquella taza de café. Y supe que su encantadora soledad la solía
llevar a su eterno banco del parque.
En fin… el caso es que yo a veces me pregunto ¿dónde está, exactamente, la soledad,
esa que no es la de “estar sólo”, sin nadie cerca de ti? Y yo creo que todos nosotros la llevamos en alguna parte; en nuestras rutinas, en nuestro trabajo, en
nuestras reuniones, charlas y discusiones con la familia y los amigos, o
incluso, entre las frías y silenciosas
paredes de nuestra vida.
(Subtexto de la imagen: "Sentimos, en ocasiones, un silencio y vacío, cuando ni el alma acompaña nuestra soledad. Y para no derrumbarnos, tenemos que apoyarnos en la columna de la esperanza y encender, en nuestro alrededor, las luces de la ilusión)
Y estoy seguro que todos hemos sentido, alguna vez, esa
sensación, que se podría describir como… algo así: “Cuando necesito la atención
o el apoyo de alguien, sólo encuentro silencio y vacío. Otras veces, cuando
creo o cuando sé que nadie me necesita,
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El desconsuelo del ser humano se produce cuando sientes que quienes te rodean "no entran en tu corazón" y percibes que no existes para ellos. La amargura de la soledad llega cuando has perdido la esperanza del encuentro de "a quien contárselo". |
ni desde cerca ni de lejos, percibo esa
misma sensación. Y es entonces cuando tengo la impresión de sentir la más amarga
de las soledades. No es que te falte gente a tu lado, ni que te falten
estímulos o, incluso, placeres que llenen los momentos de tu vida. Sino que ves
que la gente que te rodea “no entra en tu corazón”, no les interesan, ni tus
inquietudes, ni tus preocupaciones, ni tus alegrías, y sientes, además, que no
te comprenden. Están contigo, en tu vida cotidiana, es cierto; en la
conversación que hay en tu mesa, en la calle, en el café en las celebraciones,
pero sólo por rutina o porque quieren disfrutar de la frivolidad del momento”.
Y esa es, en parte, la amargura de la soledad.
Pero hay ocasiones, en que sabes muy bien que alguien necesita de ti; es
entonces cuando la amargura, para el que siente que su soledad se puebla de
calor humano, se alivia, se transforma, porque se recupera la ilusión. Y hasta
podemos sentir “los encantos de la
soledad”, pues como decía G. Adolfo Bécquer “La soledad es muy hermosa…
porque se tiene a alguien a quien contárselo”.
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Con el equipaje lleno de sueños, esperando a ese tren que le llevará a un destino en donde la soledad se convertirá en una sonrisa y en un consuelo. |
Y para terminar, no me resisto a quedar aquí algunos de aquellos
versos de mi viejo poema “A un destino”:
“Sólo camino, sin
más empeño,
veo el horizonte,
sin más recelo;.
sólo camino, cabal y
entero
y en mi equipaje,
llevo mis sueños
Llego a un destino
que aún no conozco,
es el remanso y
quietud que anhelo;
siento el vacío
mirándome sólo,
quedo tranquilo y veo
en un espejo:
es tu sonrisa y es
mi consuelo”.
No sé si lo imaginé, o
lo viví; pero creo que algo tiene que ver con el subtexto de la primera imagen
de este ensayo sobre la soledad y con el poema de Cernuda. El caso es que… nunca olvidaré aquella amiga que solo
deseaba un aliento de ilusión, en forma de rosa, de… la rosa de la soledad. “La esperaba de un amigo, de un corazón como
el suyo.
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La rosa, la esperaba de uno amigo. Mas, aquella flor se quedó en el olvido. Y pasado un tiempo le llegó de otro destino, de un seductor y atractivo galán, que portaba el disfraz de su mentira y el aroma de su fatal mensaje y un amargo sino. |
Pero la flor se quedó en el olvido, y su amigo… en el camino. Más
tarde, aquella rosa le llegó de otro destino, de un seductor enmascarado, que tras
su apuesto disfraz y semblante de galán, se escondía su mentira. Le llevó la flor, impregnadas de
algo más que soledad; de un fatal aroma, de una leve ceguedad y un amargo sino”.
Y como epílogo, unos
versos y un pensamiento. Los versos son de Pablo
Neruda y dicen:
“Nunca te quejes de tu soledad o de tu suerte,
enfréntate con valor y acéptala.
De una manera u otra es el resultado de tus actos y
prueba que tu siempre
has de ganar”.
"Levántate y mira el sol por las mañanas y respira la luz del amanecer.
Tú eres parte de la fuerza de tu vida,
ahora despiértate, lucha, camina.
decídete y triunfarás en la vida;
nunca pienses en la suerte,
porque la suerte es el pretexto de los fracasados".
Y el pensamiento, porque no me atrevería a llamarlos versos..., es:
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("... allí percibo los aromas de su otoño, y la música, el color de su poesía, los suspiros de su viento y la música de su mágica, encantadora y bella soledad") |
"Que nadie robe
mis lánguidos y solitarios atardeceres;
pues son cómplice y testigo de mi libertad,
dejad que allí perciba su
poesía, los aromas de su otoño,
los suspiros de
su viento, y la música y colores
de su mágica,
encantadora y bella soledad.
Que nadie robe mis sombríos atardeceres,
dejad que ponga pintura en mis palabras,
que no me quiten la paz de mi silencio,
que la mentira no ensucie mi verdad".
“Rusty Andecor”
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