¿Os habéis dado cuenta, quienes ya sois mayores como yo, que el tiempo pasa cada vez más rápido? ¿Qué a veces pasan los días o las semanas y pensamos: “pero si fue esta mañana, hace nada, cuando se hizo el día”, o “pero si hoy es sábado y no hace nada también lo fue”? Y es que todos sabemos que el tiempo no es una referencia material, que sea más larga para unos que para otros. Su transcurso es igual para todos. Y sabemos que el tiempo sólo es una simple apreciación que notamos se alarga o se acorta según nuestra edad, aunque la medida de su paso no es diferente en una que otra . Sin embargo, el ser humano, según la etapa de su vida, de sus años, lo estima temporalmente con mayor o menor magnitud.
Llegada esta evidencia, visto que no podemos parar el tiempo, sólo se nos ocurren dos opciones: Una: ¿Cómo aprovechar mejor el tiempo?. Otra: ¿Cómo intentar ralentizar su transcurso? En el primer caso, está claro que la mejor forma de aprovecharlo es disfrutar de los momentos que van sucediendo, estrujar su contenido. El segundo, es más complicado. Sin embargo, también es una cuestión de apreciación. No podemos parar el reloj de la dimensión temporal, pero podríamos demorar la percepción de su avance. Y ello, acumulando en nuestra mente “engañosa” todo un contenido que nos ocupe, nos distraiga, nos estimule, nos abruma. Dicen que nuestros instante felices “se pasan volando”, pero la mente puede “congelar" la sucesión de una escena cuando somos capaces de poner imaginación. A veces, es necesario dejarse llevar por la ilusión, por la magia de las escenas que nos regala la vida.
Y es que llenar los escenarios de nuestra vida, con las impresiones o los recuerdos del pasado, con la ilusión que ponemos en el futuro, con las motivaciones estéticas que nos envuelve el mundo, incluso con la música que nos acompaña el ruido del silencio, todo ello hace ocupar de tal forma la mente que la apreciación del tiempo tarda más su transcurso. Veréis, a veces nos ocurre, por ejemplo, cuando hacemos un viaje de placer o un tour de vacaciones. Llevamos dos días y parece que llevamos una semana. Seguro que os ha ocurrido alguna vez. El motivo es eso que os decía. La cantidad de cosas que hemos hecho en un día, la disparidad de buenos y gozosos instante. Esa acumulación en la mente es la que distiende la apreciación del paso del tiempo. La ilusión, a veces mágica, que le damos a un acontecimiento, a un encuentro, a un instante, hace que se produzca el milagro de que el tiempo, o bien se ha “congelado”, o se ha retardado.
Finalmente, como decía en “Mis semblanzas del alma”: “Seamos indiferentes a la crueldad de la rapidez en que se mueve el tiempo. Vivamos y disfrutemos el presente que nos depara el hoy, sin que dejemos de ponerle ilusión a la esperanza del mañana”.
Ángel González "Rusty Andecor"
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola ¡qué tal! Te invito a que hagas un comentario.