Es un nuevo homenaje a otras escenas que aparecen en las imágenes de esas
fotografías de al margen. Escenarios del 68, cuando yo tenía 21 años y que ilustran mi
último devaneo sentimental, después de aquella otra historia que conté, cuando
mi amigo Amós y yo teníamos novia en el pueblo de al lado. Lo cierto es que tras este idilio se acabó mi “oficio de plcaflor”, allá en aquellos 60 y tantos. Mi
última salida a la búsqueda de aventuras románticas, justo poco antes de
conocer a mi “Lady Jae”.
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De izquierda a derecha: Ramón, Chamorreta, Carlos. Supongo que en el verano del 67, o quizá del 68. |
La historia de mi último "amorío" comenzaba a primeros de febrero del 68. Jesús Chamorro
“Chamorreta” y yo habíamos quedado “perdidos” en Hervás, a la espera de que él debía
regresar a la Universidad de Salamanca y yo pensaba preparar mis oposiciones en Cáceres. Ambos
planeábamos "arreglar el mundo" de entonces, para lo que entablábamos
interminables y surrealistas debates, mientras tirábamos de los últimos restos
de pastillas de la “centramina” del pasado otoño, o nos refrescábamos el gaznate con una
botella de Anís “El mono” durante las frías noches allá en el vestíbulo de la
estación de ferrocarril.
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Es otra escena, el mismo día de la foto anterior, en que estamos mis amigos. Yo estoy delante a la izquierda. |
Un día, alguien dijo que en Aldeanueva del Camino había una verbena el día 2
por la noche, por la víspera de San Blas. Mi amigo y yo no teníamos un duro, si
acaso para un par de copas, pero dijimos: “¡Allá vamos!” y decidimos recorrer
andando los 6 kilómetros hasta el pueblo. La noche era fría y a las 9 estábamos
ya agarrados a la barra del bar en donde una orquesta de la época animaba la
verbena. De pronto, nos fijamos en una hermosa gacela que iluminaba la sala con
su bello rostro y su esbelto talle. ¡Jode, qué chavala! – exclamamos, mientras la
contemplábamos embobados. Y enseguida le dije a mi amigo: “Te toca a ti, que yo
quedé escarmentado ya con aquella novia que tuve!”.
Ante la duda de cómo acercarnos a ella, al menos uno de nosotros, discutimos, incluso sorteamos, sobre quién se lanzaba. Me tocó a mi y “Chamorreta” me desafió llamándome cobarde y
exigiéndome pagar las copas si me “rajaba”. Las copas eran “Licor 43, Pipermint
y Mirinda” .(una combinación explosiva). Así que no tuve más remedio que plantarme delante de
ella, pidiéndole sacarla a bailar. La muchacha se llamaba Silvia, aceptó y estuvimos juntos
hasta que se acabó la verbena. Cuando volví a la barra mi amigo me soltó algún
que otro disparate y se le cambió el color de cara cuando le dije que había
quedado con ella la noche siguiente. Me llamó traidor, mal amigo, cabronazo,
porque –decía- que habíamos acordado que solo tendría un flirteo con ella para
un solo baile y no toda la noche. En esto, nos dieron las 2 de madrugada y nos
echaron del bar. Tuvimos que volver “a pata”, “no había otra”. A medio camino
comenzó a nevar. Y a la llegada a casa me encontré la ventana del dormitorio
cerrada por dentro, el que compartía con mi hermano. Tenía que colarme por saltando aquella ventana y mi hermano, ya dormido, no respondió cuando le llamé. Precisamente, la ventana daba a la
parte trasera de la casa y teníamos un gallinero al lado. No tuve más remedio
que colarme junto al calor de las gallinas, que me acogieron aunque con un
momentáneo revuelo. Al final, el "girigay cocorocó" se calmó y allí me acosté, en aquel gallináceo lecho.
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Fue a primeros de abril. Y fue nuestro último encuentro. Era una tarde preciosa y la aprovechamos para pasarla en el parque de Hervás. Yo le hice esa foto con una cámara que ella llevaba. En aquella ocasión estaba algo seria y un poco triste, como si tuviera la impresión de que no volveríamos a vernos. Y así fue; yo me fui a preparar las oposiciones a Cáceres y el 14 de aquel mes conocí a Jane. Nunca más volví a ver a Silvia, ni supe más de ella. Ésta es la única fotografía que pude conservar. Y hubo otra que perdí.
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Los siguientes días, mi amigo se empeñó
en acompañarme, otra vez andando, aunque bien abrigados. Esta vez me puso una nueva condición; que yo pagaría las copas. La cuestión es que, acabado el baile yo acompañé a Silvia a
su casa. Luego, mi amigo quiso saber "hasta dónde había llegado" con la chica. Lo
mandé “a paseo” y no le dí más explicaciones.
Una tarde mi novia y yo nos fuimos al cine. Parece que ya nos sentíamos "novios", al menos con la inocencia de entonces. Chamorreta se
quedó en el bar esperando. Cuando regresé él se había cogido una cogorza espectacular. Muy cabreado por mi negativa a contarle los detalles que él quería saber de nuestro último encuentro, se enfadó conmigo y no volvió a acompañarme. Durante un tiempo Silvia y yo seguimos
viéndonos casi a diario. Y lo hicimos hasta que me fui a Cáceres a preparar las oposiciones, aunque con el propósito y la promesa de volver a verla. Sin embargo, sucedió que el 14
de abril de aquel año conocí en Coria a “Lady Jane”, la que hoy es mi
mujer. Aquel encuentro ocurrió por casualidad. Me cautivó de tal forma que no volví a ver a Silvia. Lamenté mi
cobardía, sobre todo al romper mi promesa con ella, aunque sólo hubiera sido para verla y explicarle que había conocido a
otra chica. Poco tiempo después, estando en unas cortas vacaciones en Hervás, pues allí aún vivían mis padres, fui a Aldeanueva y
pregunté por ella. Solo pude saber que se había ido a trabajar a Madrid; no supe nada más..
Pasaron 45 años y en el 2013,“Lady Jane” y
yo fuimos en agosto a “la verbena del 14”, un baile que seguía celebrándose en el Casino de Hervás. De pronto,
lo vi. Allí estaba mi amigo “Chamorreta”, sentado junto a una damisela, ya
madurita como él. El encuentro fue glorioso, por el entusiasmo mutuo. Mi amigo
vestía una americana cruzada color hueso, al estilo dandi "James
Bond". Un abrazo con algún reproche, eso sí, seguido de la invitación a unas
copas. Me llevó del brazo hasta la barra de la terraza del casino y allí nos
tomamos unos whiskises, celebrando y recordando los viejos tiempos, aunque también para acusarme, delante de Juani, empeñado en mi supuesta traición, repitiendo que yo "le había
quitado la novia". Bueno... nos reimos un rato.
No volví a ver a mi amigo, aunque aquí sigue en mi grupo FB. El caso es que, un par de años después supe, por
averiguaciones que hizo mi amiga, la que fue mi compañera de trabajo Magdalena, que Silvia Duarte Flores, como así
se llamaba, aparecía en los datos laborales de la Seguridad Social y en alta en
la actividad artística hasta el año 1974. Curiosamente encuadrada en el grupo específico de artista de danza y baile, y que había trabajado en el ballet de TVE de entonces. Luego, las últimas noticias que tuve y que me dio precisamente Magdalena, recuerdo que pocos meses después, me apenó bastante. Mi compañera había averiguado que Silvia, mi bella novia del 68, murió aquel mismo año del 74, al parecer a causa de
un accidente de tráfico. No pudimos saber más. Habían transcurrido muchos años sin saber de ella,
pero me conmovió esa triste noticia. 19 años tenía ella cuando la conocí. La foto es de entonces; yo se la hice con una cámara suya.. ¡Silvia... qué
joven te fuiste... Sólo tenías 25 años cuando el destino marcó tu día fatal. Lo siento, vieja amiga, sobre todo porque no pude despedirme entonces de ti!
Ángel González "Rusty Andecor"