William Thackeray dijo: “El humor es una de las mejores prendas que se pueden vestir en sociedad”. Y bueno... yo añadí “Pero la sutileza y el ingenio de una frase, de un gesto, proceder o talante, lo que entendemos por “sentido de humor”, es una excelente marca de presentación de cualquier persona en un escenario social”. Y lo cierto es que la ironía, el sentido del humor y el ingenio en un pensamiento escrito fueron tres características que yo siempre elegí para expresarme en mis columnas en las redes sociales o en las páginas de alguno de mis blogs. En realidad, tres cosas que a veces van unidas en un mismo mensaje.
Se dice que
tener sentido del humor indica tener sensibilidad y capacidad de crítica, y que
con ello -y esto es muy importante- podemos superar muchas dificultades; vencer
la timidez y el desánimo, nuestra falta de confianza y autoestima, nuestras
frustraciones y fracasos personales, pero también combatir el resentimiento y
los roces ajenos. Pero… ¡cuidado! Cuando este mecanismo expresivo se abusa de
él, o se emplea de forma irreverente, quizá de modo grotesco o demasiado
excéntrico, podemos caer en el ridículo y provocar la burla ajena. Y desde
luego, quienes más se exponen a este desliz, tal vez sean los que no tienen
sentido de la oportunidad o se extralimitan en la confianza de sus dotes de
humor, unos porque se hace el “gracioso”, otros tentados por su vanidad y
petulancia.
Arriba, con un personaje callejero en Portugal y con el "Celedón" de Vitoria. Debajo, con Woody Allen, en el púlpito de una iglesia de Elciego y bromeando con José "Chochero" hace 50 años. |
Lo cierto es que yo sufrí ese desliz hace unos días, digamos que expresivo y en el momento en que, después de una comida de antiguos compañeros y amigos, compartimos un tiempo en que nos distendimos y bromeamos refiriéndonos a nuestras andanzas del pasado. Yo mismo me convertí en artífice del comentario festivo y del humor quizá algo más estrambótico, puede que inoportuno, vencido por ese clima de confianza y de amistad que a cualquiera nos invita a pasarnos de la raya, precisamente en el humor y la ironía. Tal vez, los que somos ya mayores caemos en esa trampa y nos convertimos en unos malos protagonistas del humor en el transcurso de las tertulias y reuniones.
De todas
formas... ¡que no falte el buen sentido del humor, ni la fina ironía! Y como
prueba, nada mejor que esta ilustración fotográfica, al margen. En una, yo mismo conversando con
un ilustre callejero en Portugal,; en otra, con Woody Allen, un genio del sentido del
humor; otra también, dirigiéndome con un discurso al "Celedón" de Vitoria, pero con sentido del humor; otra más, sermoneando en el púlpito de una Iglesia; y finalmente, otra bromeando con José Delgado Corrales en
"La Isla" hace 50 años.
Ángel González "Rusty Andecor"
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