En el transcurso de mis últimos veinte años de
"sabio" pensador, de aprendiz de "escribidor", quizá de
tímido e improvisado poeta, recuerdo un día… quizá pensaba en la soledad cuando
se desvaneció esa inspiración poética que creí descubrir. Quizá nunca la tuve y
sólo fueron los versos fugaces de un destello. O quizá… tal vez me dejé llevar
por la soledad cuando sentí que me abandono mi musa de los sueños. Creo que fue
un momento en que tuve ocasión de recrearme en esta frase que yo mismo compuse:
“La soledad es la antesala de la reflexión del alma y el mejor auditorio para
escuchar la música del corazón”.Quizá fueron aquellos momentos en que, aún
envuelto en la calidez de mi más cercana compañía, mi mujer y mis hijos, y
también mis amigos, solía pensar en ese abandono que nos deja la frustración de
algunas ilusiones y el escenario más real del despertar de los viejos sueños. Y
ahí estaba esa otra compañera de la vida; la que ameniza nuestro pensamiento y
nuestra más íntima poesía: la soledad".
Y recuerdo que en mis ya lejanos devaneos reflexivos, solía decir que “La soledad es el mejor compañero del alma, con quien mejor uno se siente; porque es como vivir en un gran espacio donde siempre respiras un aire limpio”. Y añadía "En ocasiones, la soledad es el único estado digno del ser humano".
También creo que alguna vez describí la soledad como "La sensación del contraste que se produce entre el discurrir de la decepción y amargura que origina la incomprensión, el distanciamiento y el egoísmo humano, con la complacencia o disfrute de la plenitud de ese estado generoso que se vive en la intimidad de nuestro retiro".
Y… bueno… Hubo un momento de esa parte de la vida en que algo se transformó en mi estado más íntimo. Quizá cuando mi poesía dejó de ser poesía, porque aquella luz etérea que sentí se desvaneció, y la vida se me iluminó de otros colores, de otros sabores, incluso con otra sonrisa. Fue cuando una tarde escuché cantando al poeta Joan Manuel: "De vez en cuando la vida toma conmigo café / y está tan bonita que da gusto verla / Se suelta el pelo y me invita / a salir con ella a escena. / De vez en cuando la vida afina con el pincel / se nos eriza la piel y faltan palabras / para nombrar lo que ofrece / a los que saben usarla...". Eran algunos de los versos de su canción.
Esa tarde…, porque fue una tarde, en mi retiro, tomando una copa y un café, pensé en algo más sobre el sentido de la vida. Y se me ocurrió tener una complicidad con mi amigo Manuel. Y fue cuando reflexioné con este guiño: "Que la vida me invita, a compartir con ella su maravilla, su leyenda, su sonrisa, y de sus penas, su porqué. Me invita a viajar de día, en su tranvía, sus colores y el aliento de su brisa; y de noche, en sus calles tenebrosas, su desliz y su revés".
Y luego, siguiendo la sugerencia de mi mensaje, me dije: "A veces, los recuerdos me acompañan con su música y las canciones de su historia, que me traen sus libretos, sus amores, que la vida me improvisa en mi papel. Y que luego, aquella música me traslada a lugares encantados, que aparecen dibujados en la escena de un vergel".
"Y en las tardes, y en sus luces, es mi copa y mi café, y la música que pongo. que me
inspira, que me lleva a escribir, en mi portátil, dibujando con palabras y el
color de mi pincel".
Ángel González "Rusty Andecor"
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