Son algunas de las imágenes que ilustran la experiencia
de ese descubrimiento mágico y exótico en mi viaje por
latitudes tropicales en medio del Atlántico.
Éste es uno de esos viajes que hice en los últimos 10 años, un viaje en el que, no sólo disfruté, por supuesto en compañía de Juani, mi mujer; sino que fue con el que hallé la clave de la inspiración que buscaba, tal vez una respuesta a mis inquietudes de años atrás. Y fue en medio del Atlántico. Allí encontré mi propia reconciliación.
Primero contemplé una increíble sinfonía de luz y
de sonidos, en un impresionante y grandioso mundo, enmarcados en sus lugares
cercanos o más lejanos. Luego, tuve la impresión de que parte de la inspiración
que buscaba me la dieron esos tonos cálidos del atardecer, las nubes
misteriosas de su horizonte, el azul atlántico de su bahía y los destellos
luminosos que rodeaban un lago y que me llevaron a algunos de mis recuerdos de
un pasado no muy lejano. Uno de aquellos descubrimientos, un mágico y exótico
"Café de París". Era una de las escenas que solía contemplar a esa
hora de la tarde desde la terraza de nuestro hotel.
Lo cierto es que nunca vi un azul tan radiante,
tan resplandeciente, y que no cegara mis ojos al contemplarlo, porque no podía
dejar de verlo, aún cuánto me quejo de la luz y de su reflejo. Y nunca sentí
una música como las de aquellas tranquilas aguas, las que me transmitiera
aquella reconciliación interior que tanto necesitaba y de la que tantas
sugerencias me llegaban. Tal vez…, y así lo pensé, fue el mismo azul que ya
guardaba en mis sueños y que, a veces, dejaba impregnar en mis palabras, en mis
mensajes encubiertos y en algunas de las escenas que aparecen insertadas en
todo cuanto escribo. Por eso no dejé de perder la ocasión de traerme conmigo la
armonía que desprendía aquellos azules, pero también parte de la poesía con la
que me insinuaba la esencia de todo su destello y de todo su asombroso mundo.
Finalmente, regresé a la realidad de mi mundo
cotidiano y el infinito se queda atrás. Desde el avión contemplé cómo la isla
permaneció en su acostumbrada sinfonía de colores exóticos y de sonidos
tropicales. Allí se quedaron las respuestas que yo buscaba, las que no pude
traerme; unas, entre los secretos de mis casuales hallazgos, otras, quizá
desvanecidas en el Atlántico mientras atravesaba sus mares y miraba sus aguas
desde la ventanilla de nuestro colosal “Airbus”
Ángel González "Rusty Andecor"
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